(Centro De Vida)
Escritura
Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras. 1 Corintios 15:1, 3 y 4 Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; Mi carne también reposará confiadamente; 10 Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción. Salmos 16:9 y 10 Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, 31 viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. Hechos 2:30 y 31
Hoy tenemos el privilegio de comenzar una serie de 5 mensajes sobre la Resurrección. Espero que puedas estar conmigo por los 5 estudios y pienso que ambos recibiremos bendición. Al llegar al año nuevo, nos aproximamos a dos eventos de gran importancia en nuestro calendario religioso. Los dos eventos son: La crucifixión y la resurrección de Jesús. El corazón de nuestra fe yace en esos dos eventos. Pablo hace un resumen del Evangelio en 1 Corintios 15:1, 3 y 4 con estas palabras: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado (…) Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. La muerte y resurrección de Cristo no fueron eventos que ocurrieron en algún lugar remoto y desconocido; eran eventos abiertos y evidentes. La palabra de su crucifixión fue proclamada públicamente y en conversación privada. La noticia de su resurrección se extendió como fuego, tres días después. Tan común era el conocimiento de estos dos eventos que los hermanos cristianos predicaban del significado de estos dos eventos en vez de su acontecimiento. El Antiguo Testamento profetizó de la muerte y resurrección del Mesías. Isaías hablo del derramamiento de la vida de Jesús hasta la muerte, contado con los pecadores, llevando el pecado de muchos y haciendo intercesión por los transgresores. Isaías habló de la muerte del Mesías y el salmista habló de su resurrección. Al Salmos 16 le hemos dado el título de “Salmo Mesiánico” porque se refiere al Mesías. En los versículos 9 y 10 leemos: “Mi carne también reposará confiadamente; Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción”. Lleno del Espíritu Santo en el primer pentecostés cristiano, Simón Pedro predicó un mensaje que aplicaba el Salmos 16 a Jesús. Hechos 2:30 y 31 dice: “Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción”. El apóstol Pablo, quien escribió más de la mitad de los libros del Nuevo Testamento, también refirió este texto a Jesús. Predicando en una sinagoga en Antioquía de Pisidia, él dijo: “Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hechos 13:32-33). Por eso dice también en otro Salmos: “No permitirás que tu santo vea corrupción”; porque la verdad, David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. “Mas aquél a quien Dios levantó, no vio corrupción. Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados” (Hechos 13:37-38). Creo que está claro el hecho de que los cristianos primitivos vieron la resurrección de Jesús dentro de la declaración del Salmos 16:10. Desde hace mucho atrás, en tiempos antiguos Dios anunció que levantaría a Jesús de entre los muertos, después de haber hecho el sacrificio que nos libraría de nuestros pecados. Pero la profecía de la resurrección de Jesús se encuentra en el Nuevo Testamento también. Observemos lo que nos dice Mateo 16:13-23. Jesús estaba con sus discípulos en una región de Cesarea de Filipo, cuando les preguntó: “¿Quién decís que soy yo?”. Pedro habló de parte del grupo, respondiendo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Al terminar esa conversación en Cesarea, leemos esta interesante declaración: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mateo 16:21). Cuando nos dice, “desde entonces”, entendemos que a partir de ese tiempo Jesús habló muchas veces acerca de su muerte y resurrección. Encontramos incidentes como el de Mateo 26:31 y 32 donde Jesús hablaba de profecías acerca de sí mismo. Leamos: “Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea”. Después de su transfiguración sobre el monte, Marcos 9:9 nos enseña que: “Les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos”. Jesús también usó metáforas para enseñar la verdad, diciendo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2:19). La declaración más clara de Jesús en cuanto a su muerte y resurrección se encuentra en las palabras de Juan 10:17 y 18. Dice: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”. Tan comunes fueron las enseñanzas de Jesús en cuanto a su muerte y resurrección que hasta sus enemigos las conocían. Mateo 27:62-66 nos dice que después de que Jesús había sido crucificado y su cuerpo sepultado, se reunieron los principales sacerdotes y fariseos delante de Pilatos, diciendo: “Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: “Después de tres días resucitaré”. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan a pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: “Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis”. Entonces ellos fueron y aseguraron al sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia”. Aparentemente, los enemigos de Jesús tomaron más en serio la enseñanza de Él, en cuanto a su resurrección, que sus propios discípulos. Dios hizo acontecer lo que Él mismo había determinado. Por medio de Moisés y los profetas, Dios había dicho que el Cristo había de padecer y ser el primero de la resurrección de los muertos. Por esa razón es que yo les declaro con confianza que ese Jesucristo que vino en la carne, muriendo por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó de entre los muertos al tercer día. Estoy tan confiado de esta verdad que pongo mi destino eterno sobre el hecho de que su muerte me redime y que por su vida viviré yo. Las profecías fueron cumplidas: Jesucristo, hoy, vive para siempre. Vamos a orar: Padre, el estudio de hoy trae gran gozo a nuestro corazón. Tu palabra y promesa fueron cumplidas en la vida, muerte y resurrección de nuestro Salvador. Padre, ayúdanos siempre a pregonar que por la vida de Jesús es que el hombre pecador puede tener vida eterna, si tan sólo se entregará a Él con todo su corazón. Gracias por ser fiel a tu palabra. Te lo agradecemos en el nombre de Jesús. Amén.
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