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Madre: Corazón Del Hogar
Una Madre Ambiciosa
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Jul 15, 2021
Jul 12, 2021
Duración:
00:14:32 Minutes
Vistas:
27

Escritura

Isaías 14; 1 Pedro 5:5; Juan 19:25; Mateo 20:21; Mateo 20:25-28.

Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. 1 Pedro 5:5 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Juan 19:25 El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Mateo 20:21

Gracias a Dios por las madres quienes animan a sus hijos a realizar la capacidad total de sus vidas. Alguien ha dicho que buenos padres, llenan a sus hijos de confianza propia, de tal forma que nunca se les acaba, aunque el mundo les haga los agujeros que quiera. El mundo es un lugar negativo, en donde uno puede ser fácilmente destruido a menos de que haya alguien quien anime al individuo a ser todo lo que pueda bajo la instrucción de Dios; pero la ambición puede ser mal puesta también. El capítulo 14 de Isaías nos demuestra la caída de uno que tuvo tanta ambición, que dijo “Subiré al cielo; a lo alto, junto a las estrellas de Dios, y levantaré mi trono”. El juicio de Dios en contra de él fue este “Más tu derribado eres hasta el infierno, a los lados del abismo”. La amonestación de Dios en contra de la vana ambición es bien expresada en 1 Pedro 5:5, “revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. Una madre deberá promover a sus niños al desarrollo más alto que puedan alcanzar, sin embargo, a veces la madre suele presionar demasiado. Encontramos tal ocasión entre los 12 apóstoles del Señor Jesús. Deseo presentarle a Salomé, ella era una mujer muy devota a su religión, ella era la esposa de Zebedeo, un pescador exitoso de Galilea, y la madre de Santiago y Juan. Ella era una buena mejor que erró en la ambición para sus hijos. Una mujer ambiciosa, puede tener una profunda devoción para Jesús. Salomé había acompañado a Jesús en muchos de sus viajes por Galilea, ella estuvo presente cuando crucificaron a Jesús. En ese momento, cualquier persona que se identificaba con el Nazareno, corría peligro. Ella era una de las mujeres que llegaron a la tumba para ungir el cuerpo de Jesús, en el primer día de la semana después de su crucifixión. Algunos han llegado a la conclusión, debido a la referencia de Juan 19:25, que tal vez, Salomé era hermana de María, la madre de Jesús. Si ella era su tía, entonces eso hacía más especial la devoción, que su petición ambiciosa demostraba. La ambición y la devoción no son incompatibles. Yo le doy gracias a Dios por cada persona que trata de hacer lo mejor que puede, debido al hecho de que desea hacer lo mejor para Jesucristo y, sin embargo, la ambición puede llegar a dominar la vida de uno. No debemos rechaza la ambición, pero al mismo tiempo, debemos mantenerla disciplinada por ser sumisos a nuestro Señor. Una madre ambiciosa, puede desear el bien para sus hijos. Salomé vino a Jesús con una petición que se encuentra en Mateo 20:21, “dijo ella: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”, Ella solo pidió lo que muchas madres deseaban; yo desearía que mis hijos tuvieran este privilegio, yo quisiera que mi hijo llegara a ser el dueño de una buena empresa, el presidente de una corporación y ser reconocido entre la gente importante de su comunidad; yo quisiera que mi hija tuviera la simpatía y la alta estima entre las personas importantes de mi comunidad. Pero la ambición de los padres puede irse demasiado lejos, puede pasarse los límites. Yo he conocido a padres que han empujado demasiado a sus hijos. El papá desea que el hijo sea un gran pelotero, la mamá quiere que su hija sea la reina de su graduación. Todo hijo desea tener popularidad, por lo consiguiente, se les permite hacer cosas que no deberían hacer. Se les permite participar en actividades, para las cuales no están ni físicamente ni emocionalmente equipados. Ellos se resienten debido a la presión que se les impone. Anima a tus hijos, provee las oportunidades apropiadas para el adelanto de ellos; pero siempre mantén en mente la voluntad de Dios, para ti y para tu familia porque si no, tu ambición puede llegar a ser una ambición vana y puedes dañar a los que más amas. Una madre ambiciosa puede crear problemas para sus hijos. Salomé deseaba que sus hijos se sentaran a la par de Jesús en su reino, porque esas serían las dos posiciones de más alto rango. Jesús sería número 1 en el reino, pero sus dos hijos serían números 2 y 3, si se les permitía sentarse a ambos lados de Jesús. ¡Cómo se regocijaría Salomé, al presenciar ese momento! Pero su ambición causó problemas. Los otros 10 apóstoles oyeron la petición de Salomé y se enojaron con los dos hermanos, ¿Por qué crees que se habrán enojado? Yo pienso que es porque todos ellos querían ser número 2 y 3, se enojaron porque estaban celosos. Salomé como otras madres ambiciosas, no se daba cuenta del problema que ella estaba trayendo a las vidas de sus hijos. Ella pensaba únicamente en el desarrollo de ellos y no en la relación que tendrían con sus compañeros. La petición de ella creó problemas para ellos, problemas que no se resolverían fácilmente. Después de ese entonces, los discípulos discutían continuamente, en referencia a quien sería el mayor entre ellos en el reino, aun en el aposento alto, en donde el Señor instituyó la Santa Cena. Salomé debió haber reconocido el hecho de que la petición de ella traería envidia y celos entre los demás. Bienaventurada la madre que piensa en las consecuencias de las cosas, antes de actuar. Una madre ambiciosa recibirá la reprensión de Jesús. Jesús dijo a Salomé que ella no sabía lo que pedía, Él preguntó a ella si ella pensaba que sus dos hijos podían tomar de la copa que Él debía tomar y ser bautizados con el bautismo que Él tendría que bautizarse. Después le dijo que no era de Él el derecho de asignar puestos a nadie, Él dijo que Dios es quien diría quien se sentaría a su derecha o a su izquierda. Tales palabras deben haber sido duras para esta madre ambiciosa. Después de reprender a Salomé, Jesús reprendió a sus discípulos por la actitud de envidia y celos que ellos habían sentido y demostrado, Él les dijo estas palabras que se encuentran en Mateo 20:25-28, “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellas. Más entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. La paradoja de asuntos espirituales es esta, para subir hay que bajar; para ser grande en el reino de Dios, uno deberá servir a la humanidad en el nombre de Dios. Jesús vino a la tierra sin reclamar sus derechos y terminó su vida sirviendo a la humanidad y, sin embargo, al morir, todo el mundo entero le debía y Él tiene completa autoridad sobre todo lo que existe. Madre, no intentes enseñar a tus hijos el recibir los beneficios de la vida sin haber trabajado por ellos. Tomemos de la copa del Señor, seamos bautizados en su bautismo, hagamos todo lo Él que nos manda y sólo entonces, es que podremos pensar en ser algo o alguien en el reino de Dios. No existen caminos cortos en la vida del cristiano, debemos enseñar a nuestros hijos, a recibir solo lo que se merecen por su trabajo y esfuerzo y de esta forma, les fortaleceremos. No debemos pensar mal de Salomé, ella era una buena mujer con buenas ambiciones para sus dos hijos. Usemos el ejemplo que ella nos da para mantener la perspectiva de nuestras ambiciones en nuestro servicio a Dios. La voluntad de Él debe venir primero y todas las demás cosas después, vamos a orar. Padre, gracias te damos por esta enseñanza y muchas veces queremos tomar caminos cortos para recibir las cosas sin merecerlas. Ayúdanos a trabajar fuertes en la obra del Evangelio y enséñanos como guiar a nuestros hijos en el camino de la verdad. En el nombre de Jesucristo te lo pedimos, Amén.

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