(Centro De Vida)
Escritura
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. 8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
¿No sería maravilloso que cada persona actuara como debiera? ¿Qué tal si todas las personas fuesen honestas, de buena moral, diligentes en el trabajo, espirituales en la fe religiosa y cumplidores en las responsabilidades del hogar? No podríamos entonces reconocer nuestras comunidades, debido al cambio que habría. Yo he conocido a señoras quienes les han sido fieles a sus maridos, aman a sus hijos, se interesan por su hogar y quienes se deleitan en ser esposa y madre. También he conocido a señoras que han traicionado a sus maridos, quienes resintieron el cargo y responsabilidad de criar a sus hijos y quienes pensaron que el ser una madre y esposa, era más una carga que una bendición. La mujer establece el tono emocional del hogar. La madre que se complace de su posición tendrá un hogar feliz. La madre que resiente su posición, seguramente tendrá un hogar infeliz. La Biblia reconoce a todas las mujeres, la biblia nos da ejemplos de madres buenas y malas. Ana era el ejemplo de una madre que se deleitaba con sus responsabilidades y sirvió a Dios dentro de esas responsabilidades. En esta ocasión, vamos a ver la vida de una mujer que no se contentó con su posición como madre y se puso en rebeldía a Dios. Deseo presentarles a Gomer, una bella joven quien llegó a ser la esposa de uno de los profetas de Dios. Ella tenía un marido que la amaba con todo su corazón, solo un poco menos de lo que amaba a Dios. Dios dio a ella, tres hijos saludables y preciosos, en quienes ella pudo encontrar el gozo de entrenarles en las cosas del Señor, pero ella no pudo reconocer el potencial de lo que ella había recibido, Gomer era una madre infiel. Mayormente, la madre infiel tiene malos antecedentes. Ella, mayormente, reflejará su malacrianza, en la actitud que demuestra para con el marido y sus hijos. Gomer creció en Israel en el octavo siglo, antes del nacimiento de Cristo. Dios había dicho que la nación en el tiempo que ella vivía era una nación de prostitución, pues la nación se había apartado de Jehová. Eso significaba que la generación de Gomer se había apartado de la vista de Dios para seguir a los ídolos de otras naciones, la nación había rechazado la enseñanza de la Biblia para ir tras el paganismo. La inmoralidad en el reino sexual abundó, infidelidad en el reino espiritual abundó más. La inmoralidad sexual era cosa común, fue practicada como parte de los ritos religiosos a los ídolos. La teoría de ellos era la misma de hoy, “Si se siente bien, hazlo”. Seguían en la filosofía de “Todo el mundo lo está haciendo”. Uno no estaba bien, ni era uno del grupo, si vivía moralmente limpio; la presión de conformarse era tremenda porque uno deseaba ser aceptado por los demás. Gomer cedió a la tentación de vivir como sus amigas y parientes. Una madre infiel rechazará la oportunidad de hacer lo correcto, Gomer tuvo buenas oportunidades de vivir correctamente delante de Dios, aun si venía de una familia que tenía dioses paganos; ella se había casado con un profeta de Dios, ella pudo haberse sometido a su liderazgo y habría estado libre de la degradación religiosa que era común en su comunidad. Oseas, el marido de gomer, no pedía mucho de ella, él la amaba y la trataba con gran gentileza de hecho, Dios le dijo al profeta que su amor por ella era el cuadro que Dios tenía por su amor a la nación de Israel. Era un amor puro, elevador, incambiable y listo para aguantar sufrimientos para el bien de la amada. Tantas señoras hoy han rechazado a buenos maridos y hogares, por el amor que le tienen al pecado. El pecado de ellas no se puede cargar a otras, ni a sus maridos, ni a sus hijos. La responsabilidad cae sobre ellas. Una madre infiel se entrega a un espíritu de descontentamiento. Mientras que otras jóvenes eran las campanas de la sociedad; Gomer estaba en casa cocinando, limpiando y cuidando a los bebés. Ella miraba la alegría de sus amiguitas y sintió que la vida le había robado a ella su alegría, un espíritu de descontentamiento se apoderó de ella hasta expresarse en una mala actitud hacia su marido. Oseas habló con sus hijos y les dijo, “Contended con vuestra madre, contended, porque ella no es mi mujer ni yo soy su marido”. Ella se había apartado del hombre que ella había tomado por marido, ella dejó de ser una esposa, aunque ellos vivieran bajo un mismo techo, en la misma casa. Probablemente ella está deprimida por estar casada con un predicador; él no era tan excitante como otros maridos que tenían sus amigas por esa razón, ella permitió que el espíritu de descontentamiento moral en su corazón; y al más pensar en su tristeza, más triste se ponía. Una madre infiel peca a la vista de todos. Un día la oportunidad se presentó, y Gomer se dio a la tentación y se metió en asunto sexuales con otro hombre. Esa única vez abrió la puerta para ella y el adulterio llegó a ser una cosa común y corriente. Oseas lo sabía, tal distancia se puso entre ellos y su relación matrimonial, que al tener una hija la llamaron Lo-ruhamá, que significa “no compadecida”, o “sin misericordia”. La segunda hija que tuvieron no era de Oseas, sino ilegítima. La nombraron Lo-ammí que significa, “no es mía”. Oseas estaba al tanto de la trasgresión de su esposa, y otros también lo estaban. Su violación moral debió haber sido la plática de toda la comunidad, tenía que ser así, pues ella era la esposa del profeta. Sin embargo, Gomer continuó en su maldad sin tomar en importancia lo que ella le estaba haciendo a sus hijos, a su marido, ni al ministerio que Dios les había dado. Ella estaba determinada a satisfacer sus deseos carnales y no le importaba el daño que le hacía a otros. Una madre infiel tiene que sufrir la consecuencia de sus pecados. Gomer finalmente dejó su hogar y llegó a ser una prostituta pública. Al caer su popularidad y su belleza física, ella se hundió más y más. Finalmente, fue vendida a la esclavitud. Ella quedó sin nada, cayó de la buena posición que Dios le había dado, al lugar más bajo que existía. Dios por eso nos dice en Gálatas 6:7 y 8, “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Eso es lo que experimentó Gomer, ese es el resultado de todo el que juega con el pegado. Una madre infiel tiene la oportunidad de comenzar de nuevo, Gomer había sido llevada al mercado de esclavos para ser vendida, Oseas se había interesado en mantenerse al tanto de la situación de su esposa, él sabía de la vida depravada que ella había llevado y, sin embargo, él fue al mercado de esclavos y la compró. La llevó a casa, la bañó y la restauró a la posición que ella había tenido antes de irse, ¿Por qué? Pues porque la amaba. Tal vez estoy compartiendo este mensaje con alguna mujer que ha sido infiel a su marido y a sus hijos, tal vez le estoy hablando a alguien que está en la misma situación de Gomer. Yo te aseguro que tú puedes regresar, no puedes cambiar lo que ha pasado; pero sí puedes cambiar lo que pasará. Trae tus pecados al Señor y cuéntale la verdad de tu vida, pídele perdón por todas tus ofensas, dile que ya no quieres seguir en tu maldad, pon tus pecados a los pies de Cristo por un acto de voluntad, para nunca volver a tocarlos jamás. Dale las gracias por limpiarte de tu maldad y regresa a la vida con otra actitud y la ayuda de Dios, tú puedes hacer esto, Gomer dice que se puede. Vamos a orar. Padre, te pido en estos momentos por aquellas mujeres que se han alejado de ti para vivir en el pecado. Te suplico que las ayudes en arrepentirse de sus pecados y que puedan pedir perdón, y que puedan aceptar a Cristo en sus corazones en este preciso momento. Ayúdalas mi Dios, porque te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.
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