(Centro De Vida)
Escritura
ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. 1 Samuel 1:10 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste. 1 Samuel 1:18 Cuando haces voto a Jehová tu Dios, no tardes en pagarlo; porque ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y sería pecado en ti. 22 Mas cuando te abstengas de prometer, no habrá en ti pecado. 23 Pero lo que hubiere salido de tus labios, lo guardarás y lo cumplirás, conforme lo prometiste a Jehová tu Dios, pagando la ofrenda voluntaria que prometiste con tu boca. Deuteronomio 23:21-23
Quiero agradecer a Dios por las madres que oran, ellas son una fuerza a sus familias y una bendición a sus hijos, además de ser un beneficio a su comunidad. Se ha dicho que la mano que mece la cuna es la que reina sobre el mundo; con eso quieren decir, que la madre tiene una influencia tremenda en la vida de sus hijos. Una madre que cría a sus hijos en una atmósfera de oración criará hijos que conocerán el poder de la oración. Las personas que oran son usadas por Dios para guiar el destino de naciones, ¿Quién hubiera pensado que uno de los hombres de más influencia en la historia de Israel, sería el hijo de una madre que oraba? En esta ocasión, deseo presentarles a Ana, la esposa de Elcana, de la tribu de Efraín en el antiguo Israel. No sabemos nada en referencia a sus antecedentes, ella aparece en la historia como una mujer ya adulta, una de las 2 esposas de Elcana. Ana nos es presentada como una mujer buena; ella es fiel a su marido; ella es devota a Dios, asistiendo regularmente a la adoración de Dios en los servicios en el tabernáculo de Silo; ella es una mujer de fe, cuando ella tenía un problema que la inquietaba, ella se lo llevaba al Señor en oración. Ana tenía un problema bastante grande, ella no podía tener hijos. En la cultura que ella vivía, las mujeres que no daban a luz eran consideradas como mujeres a quienes Dios les había puesto una maldición, el problema se había hecho más grave en vista de que la otra esposa de Elcana, había tenido varios hijos. Cuando la familia iba a adorar a Dios, el hecho de que Ana no podía tener hijos era ocasión de que se burlaran de ella y esto le causaba gran tristeza. Ella se sentía tan mal con la aparente maldición de Dios sobre la vida de ella, que ella no podía participar en las comidas que se hacían antes de la adoración. El problema de Ana la llevó a orar y dar el ejemplo a todas las demás madres, del poder de la oración. Una madre debería orar por sus hijos. Si leemos 1 Samuel 1:10, encontraremos que Ana, con amargura de alma, oró a Jehová y oró abundantemente. Ana deseaba con todo su corazón tener hijos, ella quería un niño que pudiese llevar el nombre de su papá y llevar la fe de su madre, ¡Como deseaba ella tener un hijo que sirviera a Dios! En 1 Samuel encontramos la oración bella de esta mujer, “Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza”. La oración que hizo Ana nos enseña varias verdades; en primer lugar, que los niños son regalos de Dios a sus padres; en segundo lugar, que es bueno orar concerniente a un hijo, aun antes de que nazca; en tercer lugar, que los padres pueden y deben dedicar sus hijos al Señor; y, en cuarto lugar, que es responsabilidad de los padres, el criar a los niños en la santidad del Señor hasta que lleguen a la madurez. Tal vez alguna mujer que no ha podido tener hijos, me está escuchando. Y yo quiero asegurarte que tu estado no es una maldición de parte de Dios, Él te ama y tiene una buena razón por tu condición, pon tu caso delante de Él, deja que Él cargue tu pesar, Él sabe lo mejor para ti y Él hará lo correcto. La oración de una madre por sus hijos será contestada. Elí, el sumo sacerdote, vio a Ana mientras que ella oraba y oraba, él no sabía que ella estaba orando y la reprendió por haberse comportado mal en la casa de Dios. Ella le respondió, “yo soy una mujer atribulada de espíritu, no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová”. Elí la animó entonces a confiar en que Dios haría su voluntad en la vida de ella, Ana se llenó de fe. Encontramos en el capítulo 1:18, que ella se fue por su camino, comió y no estuvo más triste, ¡Qué cambio! Su espíritu había cambiado, pero no su condición. Todavía no era madre, ni siquiera estaba embarazada, pero ella confiaba en que el Señor había escuchado su oración, ella sabía que de nada serviría que ella siguiera en su tristeza y aflicción, ya que ella había entregado las cosas en manos del Señor. Su fe le trajo paz, aun cuando el problema no se había resulto. Dios honró la fe de Ana, al tiempo, ella concibió un hijo. Ella estaba tan segura que Dios había contestado su oración, que nombró al niño Samuel, que significa “Pedido de Dios”. Madre, permite que Ana sea tu ejemplo. Ora por tu hijo, ora por tus hijos aun antes de que nazcan. Ora por ellos mientras que crecen, ora por ellos aun cuando ya sean adultos. Haz que tus hijos sean objeto de oración y Dios hará de ellos un objeto especial de su poder. Dios sí contesta la oración, y Ana es prueba de ello. Una madre debe cumplir las promesas que hace, Ana había hecho una promesa a Dios si Él le daba un hijo varón. Dios cumplió con su parte, ¿Cumpliría Ana? ¿Posesionaría ella tanto a su nuevo bebé que no querrá ahora cumplir con su promesa? ¿Ahora que tiene lo que deseaba, se haría para atrás? No. Ella cumpliría también con su porción del pacto. Debemos tener cuidado con lo que prometemos a Dios, Deuteronomio 23:21-23, nos enseña que Dios no pide que hagamos promesas a Él. No es pecado el rehusar hacer promesas a Dios, pero una vez que uno ha hecho una promesa a Dios, tendrá que cumplir. Cuando haces voto a Jehová, no tardes en pagarlo porque ciertamente la demandará Jehová tu Dios de ti, lo que hubiere salido de tus labios; lo guardarás y lo cumplirás. El hacer una promesa a Dios y no cumplirla, sí sería un error muy grave. Cuando Ana había destetado al bebé, ella lo llevó al tabernáculo y lo presentó al sumo sacerdote. Ella dijo, “Por este niño oraba y Jehová me dio lo que le pedí. Yo pues lo dedico también a Jehová, todos los días que viva será de Jehová”. Ana regresó permanentemente, el hijo que ella había pedido a Dios; no se lo dio prestado, entregó a su hijo en las manos del Señor. Una madre no pierde nada al cumplir sus promesas a Dios, tal vez alguien está diciendo que Ana perdió a su hijo por haberle entregado para vivir en el tabernáculo y para servir a Dios, pero no es así. Ella salió ganando, Ana fue bendecida en 4 tantos. En primer lugar, ella tuvo el gozo de saber que su primer hijo estaba bajo la enseñanza de Dios; en segundo lugar, Dios la bendijo con otros hijos después que ella cumpliera su promesa; en tercer lugar, ella experimentó el gozo de haber sido contestada su oración, ella debido a eso creció espiritualmente. En cuarto lugar, ella vio que su hijo creció a ser un hombre de Dios, reconocido él como un profeta entre los de su nación. Samuel tuvo el privilegio de ungir a dos reyes sobre Israel, estableció una escuela para profetas y su nombre está sobre dos libros mayores de la Biblia. Ana aprendió lo que nosotros necesitamos aprender, lo que es dado a Dios, no se echa a perder, Dios lo hará crecer y nos lo devolverá con mucha ganancia. ¡Como quisiera yo que cada madre fuera una madre de oración! Que los niños que nacen hoy, nacieran bajo la protección de madres quienes oran, que las madres dedicarían sus hijos a Dios y que cumplirían sus promesas, al entrenarles en las cosas de Dios. Quiero decirte que tú puedes ser una mujer de Dios y una madre que agrade a Dios, si tu fe está puesta en Él, vamos a orar. Gracias Señor por el ejemplo que tenemos de Ana, ayuda a nuestras madres a ser como ella, te damos gracias por las madres que tenemos y te pedimos que las ayudes a ser el ejemplo que nuestros jóvenes y que nuestros niños necesitan para seguir en tu camino. En el nombre de Jesucristo te lo pedimos, Amén.
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