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Promesas Preciosas
Dios Promete Poder Espiritual
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Feb 25, 2021
Feb 20, 2021
Duración:
00:14:32 Minutes
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4

Escritura

Lucas 24:49; Hechos 1:8; Lucas 9:1; Lucas 10:17; Hechos 2; Hechos 2:2; Hechos 2:3; Hechos 2:4; Hechos 2:41; Hechos 4:33; Hechos 3:1-26; Hechos 6:8; 1 Corintios 2:4 y 5; Colosenses 1:10 y 11; Efesios 3:20 y 21.

He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. Lucas 24:49 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Hechos 1:8 Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Lucas 9:1

Tratemos de imaginar lo que sería si el hombre pudiera expresar el poder de Dios a través de su vida. Si esto nos parece increíble, debemos acordarnos que esa es la vida normal del cristiano. Jesús prometió esa misma cosa a sus discípulos cuando dijo estas palabras en Lucas 24:49: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Él explicó de la naturaleza de ese poder en Hechos 1:8: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Él dijo que el poder de Dios sería comunicado por medio del pueblo de Dios a través del Espíritu Santo que mora en cada creyente. Los primeros creyentes administraron bajo un poder especial de parte de Jesús. Lucas 9:1 nos cuenta de cómo Jesús llamó a sus 12 discípulos dándoles poder y autoridad sobre todo demonio y también para curar enfermedades. Lucas 10:17 nos habla de 70 discípulos quienes habían recibido el mismo poder de los 12 y regresaron con gozo para decir: “Señor, aún los demonios se nos sujetan en vuestro nombre”. Pero el poder que tenían ellos fue igual al poder que tuvieron unos cuantos Santos seleccionados del Antiguo Testamento. Fue un don directo de Dios que les calificaba para su servicio. El poder de los cristianos hoy día es diferente al del Antiguo Testamento y al del tiempo del ministerio de Jesús. En esos tiempos, el Espíritu Santo trabajaba en algunos seleccionados y no en los hijos de Dios como una totalidad. En esos tiempos el Espíritu bajaba sobre una persona y luego se apartaba de él; pero las cosas hoy día son distintas. Jesús prometió que el poder espiritual vendría a los hijos de Dios cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos. El Espíritu no vino sobre todos los creyentes en tiempos del Antiguo Testamento ni tampoco durante el ministerio personal del Señor Jesucristo. Por el contrario, el Espíritu no vino hasta que Jesús fuese glorificado al haber ascendido al cielo. Y la promesa del padre fue cumplida en aquel gran pentecostés cristiano que nos relata Hechos 2. Dios envió 3 manifestaciones grandes para asegurarle a los discípulos de que esa promesa había sido finalmente cumplida. 1) Hubo una manifestación audible; Hechos 2:2 dice: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados”. 2) Hubo una manifestación visible; Hechos 2:3 dice: “Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos”. 3) Hubo una manifestación vocal; Hechos 2:4 dice “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. Ellos habían obedecido el mandato de Jesús en no alejarse de Jerusalén y habían esperado la promesa del Padre. Ellos esperaron y Dios cumplió con lo que había sido prometido siglos antes por medio de sus profetas. ¿Cuáles poderes acompañaron la venida del Espíritu Santo para comenzar su ministerio en los hijos de Dios? En primer lugar, tuvieron el poder de hablar en idiomas que ellos no conocían. En segundo lugar, tuvieron el poder de hacer conversiones; Hechos 2:41 nos relata que 3000 personas fueron convertidas y añadidas a la comunidad cristiana por su testimonio en un solo día. En tercer lugar, tuvieron el poder de hablar la palabra de Dios concerniente a la resurrección de Jesús, según Hechos 4:33. En cuarto lugar, tuvieron el poder para hacer milagros de sanidad; un hombre cojo de nacimiento fue librado de su condición, según Hechos 3:1-26. Sí, ellos verdaderamente fueron envestidos con el poder del Espíritu Santo. El poder de los primeros cristianos no estuvo limitado únicamente a los apóstoles. Hechos 6:8 nos habla de un diácono llamado Esteban, quien era lleno de fe y poder y capacitado para hacer grandes milagros entre la gente. Tampoco fue limitado el poder únicamente a los discípulos de la vecindad de Jerusalén quienes estuvieron reunidos en el primer pentecostés cristiano. Pablo le escribió a la iglesia en Corinto, lejos de Jerusalén, estas palabras que encontramos en 1 Corintios 2:4 y 5: “Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. Existe una aplicación de esa promesa espiritual para nosotros al igual que para todos los demás creyentes de nuestra era. El poder de Dios está a nuestro alcance hoy. Consideremos lo que nos dice Colosenses 1:10 y 11: “Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo”. Esa es una promesa de que el cristiano puede tener el vigor y la fuerza de todo poder de acuerdo al poder de la gloria de Dios. Es el poder de Dios en sus hijos hoy, al igual que en aquel entonces. Efesios 3:20 y 21 nos dice: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”. El poder de Dios puede hacer más abundantemente las cosas que lo que podríamos pensar o entender. Su poder está más allá de nuestras oraciones más altas o de cualquier deseo que pudiéramos tener. Sin embargo, eso no es lo mejor del texto. El versículo nos dice: “Según el poder que actúa en nosotros”. El verbo actuar, en este caso, está en el presente. Cuando decimos estas palabras tenemos que comprender que el poder energético de Dios está trabajando en nosotros en este mismo instante. Eso es asombroso, pero verdad. El poder de Dios se está moviendo en estos cuerpos humanos ahora mismo. Como siempre, debemos tener mucho cuidado. El poder de Dios no es una experiencia emocional, no es excitarse por las cosas religiosas; no es gritar, cantar, orar o alabar. El poder de Dios siempre está relacionado al servicio. Si testificamos de Cristo y vemos como Dios utiliza ese testimonio para salvar almas, esa es una indicación del poder de Dios. Si servimos y vemos que Dios lo usa para responder a la necesidad de un ser humano y al mismo tiempo magnificar su nombre, ese es el poder de Dios. Si nos encaramos a la tentación y tenemos victoria, ese es el poder de Dios. Si descubrimos que esos pecados que antes nos dominaban ahora son vencidos, ese es el poder de Dios. El poder de Dios no se manifiesta en emoción sino en servicio hecho en el nombre de Dios. Tengamos cuidado también en reconocer que el poder de Dios no puede ser manipulado por el hombre; eso sería demasiado peligroso. El Espíritu Santo de Dios está en control del poder de Dios y Él no lo entrega a nuestro uso finito e imperfecto. Sin embargo, cuando hablamos del poder de Dios, hablamos de la herencia de cada cristiano. Ser hijo de Dios es ser un miembro de Cristo. Es tener la vida de Dios es nuestro cuerpo humano, es tener el poder de Dios para cada prueba que pueda salirnos y tener la victoria sobre esa prueba. Esa es nuestra herencia como hijos de Dios. Vamos a orar: Padre, enséñanos que el poder tuyo no es para nuestro entretenimiento, es para tu servicio. Líbranos de ese espíritu que quiere ser entretenido por lo no común y ayúdanos a enfocar nuestras mentes y corazones en el servicio a otros. Usa nuestras vidas para ser una bendición a otros y para glorificar tu nombre. En el nombre de Jesús te lo pedimos. Amén.

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