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Dic 05, 2023 13:00pm
¿Puros de corazón o solo suficientemente buenos?
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«Bienaventurados los de limpio de corazón, porque ellos verán a Dios.»

Mateo 5:8 (Reina-Valera 1960)

No hace muchos años, llegué temprano a la escuela para asistir a una sesión de desarrollo profesional con una ponente. Resultó que ella caminaba por el pasillo frente a mí para prepararse para los asistentes. Al doblar la esquina, la caja de donas que llevaba para los invitados se le resbaló de las manos. Las donas rodaron por todo el pasillo sucio. Me sorprendí al verla recogiendo y colocando las donas de nuevo en la bandeja para los asistentes. Quedé aún más sorprendido cuando algunas víctimas desinformadas las comieron durante su descanso. (¡Claro, discretamente animé a algunos cercanos a mí a seguir con su dieta y evitar el percance!) Supongo que fue una de esas decisiones de «suficientemente bueno».

Esto me hizo reflexionar… ¿Con qué frecuencia digo «suficientemente bueno» con mis tareas diarias? ¿Me importa la calidad de pureza de mi corazón? Un corazón puro es transparente, con un deseo inquebrantable de complacer a Dios en todas las cosas. Un corazón puro es un corazón limpio de pureza interna (pensamientos) y externa (acciones).

La calidad importa.

DIOS DIO LO MEJOR EN CRISTO Y NOSOTROS NO DEBERÍAMOS HACER MENOS.


La calidad afecta nuestra vestimenta, lenguaje, trabajo, entretenimiento, gestión del tiempo y carácter, por mencionar algunas áreas observables. Los corazones puros impactan en cómo caminamos, enseñamos, aprendemos, escuchamos, damos y servimos. No se puede esperar que otros crean que tu corazón es puro y dedicado a Dios cuando tus prácticas diarias de «suficientemente bueno» están a la vista. Aunque los corazones transformados son obra del Espíritu Santo en nuestras vidas después de la salvación, también son parte de nuestro viaje de ser discípulos y nuestro compromiso de dar a conocer el nombre de Jesús.

Edward Lindsey dijo una vez: «Todos somos capaces de ser filántropos, podemos dar de nosotros mismos…» La pregunta que responderemos es… ¿Será nuestra entrega desde un corazón puro para la gloria de Dios o caeremos cortos con una actitud de «lo suficientemente bueno» que empaña el regalo?

 

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