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Hay mañanas que desearía que Dios me permitiera usar la historia de otra persona que no sea la mía para poder hablar de un tema. Porque cuando comparto mi propia historia, mis preocupaciones y sentimientos más íntimos se muestran para que el mundo los vea.
Soy vulnerable.
Solo quiero decir, “Señor, No esta vez. No este tema. Dame otra historia, otro recuerdo, la lucha de otra persona. No la mía.
Pero él siempre me anima con esa voz suave y apacible.
Esto no es un grito de simpatía o una fiesta de lástima. Él es fuerte cuando yo soy débil.
Sin embargo, algunos días me siento olvidada. No en el sentido de que yo solía ser un «alguien», sino que todos tienen vidas ocupadas y yo estoy afuera mirando hacia adentro.
Siempre ha sido así.
En la escuela secundaria, era ese grupo de chicas teniendo una conversación y me sentía como una extraña parada a lado de ellas. En el bachillerato y la universidad, escuchaba por casualidad que se estaba planeando algo o una salida divertida, pero no había sido invitada.
No me malinterprete, mi esposo es increíble y no podría haber pedido una mejor pareja. Pero las mujeres también necesitan amigos que sean mujeres.
Amigas a las que puedas llamar en medio de la noche y reír con ellas.
Amigas a las que puedes enviar mensajes de texto para un café y un viaje de compras.
Una amiga para compartir historias divertidas, momentos tristes o luchas de la vida.
La verdad es que deseo desesperadamente amistades profundas. Es difícil, sinceramente, ya que nos mudamos a una hora y media de donde estábamos antes.
No me arrepiento.
Sé que Él tiene un gran plan, pero muchas cosas han cambiado.
No más discipulado de chicas los jueves por la noche.
No más noches de juego con amigas.
No más, «Oye, vamos a cenar» o «Vamos a correr después del trabajo».
¿Por qué estoy diciendo todo esto? ¿Por qué el Señor me hace revelar mis inseguridades? Porque no estoy sola. Si siente lo mismo, Dios quiere que sepa que no ha sido olvidada.
«Y se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas.» (Génesis 8:1)
¿Sabe cuánto tiempo estuvo Noé en esa arca? Un año y diez días.
¿No cree que Noé pudo haberse sentido olvidado?
Dios selló la barca, llegaron las lluvias y el diluvio continuó y día tras día, Noé esperó.
Pero Dios se acordó de él.
Aunque todavía deseo tener amistades terrenales, sé que Dios no me ha olvidado. Sé que la demás gente tiene peores problemas que yo, luchas que no puedo empezar a comprender. Pero todo el tiempo, Dios se preocupa por todos nosotros.
Nos ama a pesar de nuestras preocupaciones e inseguridades.
Nos ama en medio de nuestro dolor.
No somos olvidados.
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