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Oct 24, 2023 10:00am
¿Cómo llegué aquí?
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Una de las realidades más desgarradoras que he enfrentado como adulta es que a veces puedes hacer todo bien y las cosas aún pueden salir terriblemente mal.

Mi verano avanzaba lento y hermosamente. Estaba cuidando mi cuerpo, mente y alma, tal como lo necesitaba. De repente, ¡bum! Una tormenta de verano como ninguna otra que haya visto azotó nuestra ciudad. Los árboles que habían crecido durante 150 años fueron destruidos en segundos cuando se retorcieron y se partieron como palillos de dientes que caían uno encima de otro y bloqueaban las carreteras principales.

Cuando los vientos se calmaron y los cielos se despejaron, llegó el estrés verdadero. No había electricidad y, con la magnitud de los daños, sabíamos que no habría electricidad hasta dentro de varios días. Se pronosticaba que las temperaturas superarían los 100 grados y ¿mencioné que mi esposo estaba de viaje?

Después de varias noches de dormir poco o nada, a pesar de mis mejores esfuerzos, mi cuerpo me hizo saber que era hora de dirigirme a la sala de emergencias donde estuve ingresada durante tres días y sometida a prueba tras prueba. El estrés había ganado.

“¿Cómo terminé aquí?” Fue la pregunta que pasó por mi mente mientras yacía allí conectada a tubos y monitores. ¿No lo estaba haciendo todo bien? ¿Cómo fue que las cosas salieron tan mal?

Las palabras de Pablo a los corintios resonaron con fuerza en mis oídos. “Realmente, vivimos en esta tienda de campaña suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Es Dios quien nos ha hecho para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas”. 2 Corintios 5:4-5.

Quizás te hayas sentido así en tu propio cuerpo recientemente. Gimiendo y suspirando, preguntándote cuándo pasaría el sufrimiento, justo como yo estaba en esa habitación del hospital. Si aquí es donde te encuentras, hay tres cosas que quiero que sepas.

1. Pasará. Ya sea en esta vida o en la próxima, un día todo terminará y tu nuevo cuerpo, no contaminado por la caída, estará perfectamente completo. Si te encuentras añorando ese día, no te alarmes. Estás en buena compañía con Pablo y conmigo. El Anhelaba ese día. Anhelo ese día tanto como tu.
2. Dios está contigo. Lee nuevamente el versículo 5: Dios mismo nos ha preparado para esto (vida eterna en nuestros nuevos cuerpos) y como garantía nos ha dado Su Espíritu Santo. Cuando miramos nuestro cuerpo exterior o habitaciones del hospital, no hay garantía. PERO, cuando miramos hacia adentro, al Espíritu Santo que habita en nosotros, tenemos la seguridad de que no somos abandonados y que la vida eterna está por delante.
3. Dios respondió las oraciones que había estado orando durante meses mientras estaba sufriendo en esa habitación del hospital. Cualquiera que sea la intención del enemigo para el mal, Dios trabajó en conjunto para mi bien y el de muchas personas en mi vida. Mantén los ojos abiertos mientras sufres. Están sucediendo milagros.

No puedo decirte cómo tomar el control. El control es una ilusión. No puedo decirte cuándo terminará. Sólo Dios sabe. Pero puedo decirte que Él se deleita en cada detalle de tu vida (Salmo 37:23) y te ha dado Su Espíritu como tu garantía, tu ayudante, tu consejero, tu recordatorio, de que este no es el final de la historia. La vida eterna aguarda.

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