2Co 1:3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, 2Co 1:4 el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. 2Co 1:5 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.

Todos quisiéramos que nuestras aflicciones se aliviaran instantáneamente. Que nuestros sufrimiento o desesperación desaparecieran como arte de magia cuando le decimos.   Aun cuando traemos a Dios estas condiciones, debemos de entender que no siempre El actúa de inmediato. Por eso pensamos Dios no están rápido como quisiéramos, en su asistencia y liberación.   Pero la realidad es que muchas veces Dios va a usar esas experiencias que atravesamos, como lecciones de discipulado, que nos mostraran, que nos enseñaran a conocer mejor y más ampliamente a Dios.   Cuando crecemos en el conocimiento de Dios, aprendemos que muchas veces Dios no nos va a quitar aquel problema que estamos enfrentando. Pero por la fe, creemos que puede darnos aliento y la fortaleza requerida mientras lo necesitemos.   Cuando recibimos a Jesucristo, cuando andamos con El, nos promete no dejarnos o desampararnos. El camina a nuestro lado en cada prueba o aflicción.   Si se está sintiendo abrumado ahora mismo, permita que Dios lo consuele tanto como Él puede. Recuerde que cada problema que enfrente, luego se convertirá en una oportunidad para ministrar a otras personas que lleguen a padecer aflicciones similares.