(Centro De Vida)
Escritura
Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Lucas 1:44 ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? Juan 8:46
Es cierto que dentro de cada cristiano está el deseo de ser como Jesús, pero ¿Cómo logramos realizar este deseo?, ¿Qué pasos debemos tomar para llegar a ser como Él? De todo esto se trata esta serie de estudios, estamos buscando respuestas bíblicas a la pregunta ¿Cómo puedo ser como Cristo? Jesús comenzó su ministerio público por medio de bautizarse a manos de Juan el bautista, hemos dicho que es así como Él hizo un acto de entrega pública y positiva a Dios, aún hasta el punto de la muerte, como es ilustrado por su sepultura y resurrección de las aguas bautismales. Hemos llegado a la conclusión que, si queremos ser como Cristo, debemos hacer un acto público y positivo de una entrega a Dios. Jesús vivió una vida de santidad ante su familia. Cuando Jesús llegó donde Juan el bautista para pedirle bautismo, Juan vaciló y protestó diciendo: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿Y tú vienes a mí?”. ¿Por qué crees que Juan vaciló en bautizar a Jesús? No vaciló cuando otros vinieron a él con excepción de cuando los fariseos y los saduceos venían para ser bautizados sin haber arrepentimiento en sus corazones. Juan había bautizado a centenares de personas, pero cuando se trató de Jesús vaciló. Te aseguro que no fue por causa de que Jesús fuera indigno de recibir su bautismo; Juan se detuvo porque él se sentía indigno de bautizar a Jesús. Juan estaba diciendo: En este asunto de bautizar a los que se han arrepentido de sus pecados, yo debería ser bautizado por ti y no tú por mí. Evidentemente Juan pudo sentir que Jesús era más justo que él. ¿Por qué se detuvo Juan?, ¿Cómo sabía él qué clase de persona era Jesús? Acaso tenía algún contacto con Jesús antes de que Jesús viniera a él para ser bautizado; la Biblia nos da muy poca información en referencia a esto; pero la conversación entre Juan y Jesús nos indica que sí se conocían antes del evento del bautismo de Jesús, es evidente que Juan y Jesús eran familia. Juan era unos seis meses mayor que Jesús, la madre de Juan, Elisabet, estaba en su sexto mes de embarazo cuando el ángel del Señor se presentó a María para decirle que ella sería la madre del Señor Jesús. La Biblia nos dice que María y Elisabet eran primas, por lo consiguiente Juan y Jesús, eran familiares. María y Elisabet, tuvieron una relación bastante cercana, debido a la experiencia que ambas tuvieron en cuanto al nacimiento de sus hijos. Elisabet concibió a Juan por voluntad de Dios en su vejez, después de haber sido estéril toda su vida. María concibió a Jesús por medio de un milagro del Espíritu Santo, sin la ayuda de un padre humano. El hijo de Elisabet estaba lleno del Espíritu Santo, aún en el vientre de su madre; el hijo de María era el Hijo de Dios. Al darse cuenta de que ella estaba embarazada, María viajó a casa de Elisabet y la Biblia nos habla de ese momento en Lucas capítulo 1. Pero quiero que te fijes en el versículo 44 lo que dijo Elisabet cuando vio a María, dice: “Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre”. Ahora, esta relación cercana entre las dos madres naturalmente expone que Jesús y Juan se conocían; así que Jesús no era persona desconocida por Juan cuando llegó a pedirle que le bautizara. Juan conocía a Jesús. Juan dijo que en Jesús no había pecado ni engaño en su boca; de hecho, Juan se sentía inferior cuando se trataba de Jesucristo, se sentía inferior debido a la santidad que había en Jesús y por eso es que vaciló, por eso es que dijo: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿Y vienes tú a mí?”. Jesús vivió una vida santa delante de todos los hombres, ya hemos visto que Jesús fue reconocido por Juan el bautista como un Hombre Santo, pero, quizás esto fue así debido a que Juan era familia de Jesús, en ninguna manera. Jesús fue reconocido ante todos como una persona única debido a su estilo de vida, aún los enemigos de nuestro Señor reconocieron su santidad. Cuando Jesús hizo el reto de Juan 8:46, diciendo: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?”. Nadie pudo responderle, ninguno pudo acusarle de ni siquiera un solo pecado, de hecho, la única persona que ha podido hacer esto a través de toda la historia humana, ha sido la persona de Cristo Jesús. No conoció pecado en su vida. Hebreos 4:15, nos testifica de nuestro Señor diciendo: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Aquellos quienes le conocían mejor, mientras que vivió aquí en la tierra, nos dan el siguiente testimonio de Él, en 1 Pedro 2:23, dice: “quién cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba a la causa al que juzga justamente”. Jesús vivió una vida santa delante de Dios, su santidad fue reconocida por el Padre; la Biblia nos enseña en Lucas 2:52, que “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”. Jesús testificó en Juan 8:29 de su relación con el Padre diciendo: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”. Sabemos que esta declaración de Jesús es verídica, pues en dos ocasiones diferentes el Padre habló en voz audible desde el cielo para mostrar su aprobación de la vida de Jesús; en una ocasión el Padre dijo: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”; en otra ocasión dijo: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia, a Él oíd”. La vida de Jesús fue una vida de santidad, una vida de entrega al a voluntad del Padre. Él vivió en santidad delante de su familia, delante de las personas de su comunidad, delante de sus padres y delante de Dios. Filipenses 2:5, nos reta al decirnos: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Nos reta, pues vosotros, al igual que vuestro Señor debemos vivir una vida santa; si queremos ser como Jesús, tendremos que vivir en santidad. Filipenses 2:14-16, nos dice: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida”. 1 Pedro 2:12, dice: “Manteniendo buena nuestra manera de vivir entre los gentiles; para entre los que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación; al considerar vuestras buenas obras”. Jesús nos dice en Mateo 5.14, “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”; y en el versículo 16: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Si de veras queremos ser como Jesús, debemos vivir una vida de santidad, no debemos pretender ser santos, sino que debemos realmente ser santos y esta actitud, solo la podemos obtener por medio de entregarnos por completo a Dios. Vamos a orar. Padre, así como nuestro Señor Jesús, nosotros también queremos ser santos, queremos vivir una vida de santidad ante nuestra familia, ante nuestra comunidad, pero especialmente ante ti. Señor, te pedimos que nos ayudes a entregarnos por completo a tu voluntad, en cada instante, porque solo así es que podemos alcanzar esta meta; confiamos en tu ayuda, pues sin ti vamos a fracasar. Ayúdanos porque te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
Otros archivos en esta serie
(Centro De Vida)
(Centro De Vida)
(Centro De Vida)
(Centro De Vida)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)