(Centro De Vida)
Escritura
Escucha, pueblo mío, mi ley; Inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. 2 Abriré mi boca en proverbios; Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, 3 Las cuales hemos oído y entendido; Que nuestros padres nos las contaron. 4 No las encubriremos a sus hijos, Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, Y su potencia, y las maravillas que hizo. 5 Él estableció testimonio en Jacob, Y puso ley en Israel, La cual mandó a nuestros padres Que la notificasen a sus hijos; 6 Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; Y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, 7 A fin de que pongan en Dios su confianza, Y no se olviden de las obras de Dios; Que guarden sus mandamientos. Salmos 78:1-7 Los hijos de Efraín, arqueros armados, Volvieron las espaldas en el día de la batalla. 10 No guardaron el pacto de Dios, Ni quisieron andar en su ley; 11 Sino que se olvidaron de sus obras, Y de sus maravillas que les había mostrado. Salmos 78:9-11
Quiero que vayas conmigo al libro de los Salmos 78, para leer los versículos 1 al 7, conmigo. Dice: “Escucha, pueblo mío, mi ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. 4 No las encubriremos a sus hijos, contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su potencia, y las maravillas que hizo. 6 Para que lo sepa la generación venidera. 7 A fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos”. Estas declaraciones seleccionadas de los primeros versículos de este Salmo nos servirán de introducción al último estudio sobre el asunto de la compasión. Quiero recordarte que, compasión es tener lástima, de tal forma que uno es motivado a ayudar a la persona doliente. Hemos visto en estudios previos, que Dios es rico en misericordia, y que tiene gran compasión. Nosotros, los que conocemos a Dios por medio de nuestra fe en Jesucristo, debemos mostrar compasión con otros, debido a nuestra nueva naturaleza: la naturaleza espiritual. Repito: pienso que este Salmo es un excelente texto para demostrar, y que hace un bosquejo de la compasión de Dios, hacia una gente malvada y pecaminosa. Vamos a hacer un repaso de este Salmo, para después llegar a una conclusión concerniente, a nuestra experiencia de recibir y expresar la compasión de nuestro Dios. El propósito de este Salmo es mostrarnos cómo los tratos de Dios con Israel en el pasado delinean su compasión. Ahora, no tenemos tiempo para leer todo el Salmo, pero sí quiero que observemos algunas cosas claves. Los versículos 9 al 11 del capítulo 78, nos enseñan cómo el hombre ha pecado por medio de no guardar el pacto de Dios y no andar en su ley. El hombre ha desobedecido a Dios, alejándose de Él; en rebelión el hombre ha quebrado la ley, una y otra vez, olvidándose de las poderosas obras de Dios, y negando sus milagros. Tales pecados merecen el castigo más severo que Dios pudiera ejercer. Sin embargo, los versículos 12 al 16, hablan de como Dios ha sido misericordioso en su compasión: libró al hombre de la esclavitud bajo la cual sufría; guio al hombre por todo un desierto por medio de una nube de día, y columna de fuego, de noche; proveyó agua para el hombre, causando que saliera de una peña. Sí, todo esto hizo con el pueblo de Israel, perdonándoles su iniquidad. El versículo 38 dice: “Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía”. Pensaríamos que con todo esto, el hombre se compusiera. Pero ¡Qué va! Los versículos 17 al 22 nos enseñan que el hombre se vuelve aún más perverso. En rebelión, el pueblo dudaba de Dios, haciendo preguntas necias, las cuales indignaron a Jehová, pero no perdió la paciencia y su compasión proveyó aún más, para el hombre. De mal modo el hombre pidió pan, y Dios se lo dio. Proveyó para Israel una cosa como pan, el cual ellos le dieron el nombre: maná. Pero el hombre quiso más. No podía vivir con tan sólo pan y agua. Así que Dios nuevamente viene a su rescate y le da carne; al soplar un recio viento, miles de codornices entraron al campamento de Israel, y directo a sus ollas. En vez de destruir al hombre por su audacia, Dios le tuvo misericordia y proveyó para él, lo que necesitaba. Ahora sí, el hombre debe haber aprendido su lección, y debiera estar agradecido a Dios, ¿verdad? Pues fíjate que no. Al estudiar los versículos 30 al 37 de nuestro texto, encontraremos que el hombre continúa en su pecar. El versículo 32 nos dice que los israelitas con todo esto, pecaron aún y no dieron créditos a sus maravillas. En vez de aceptar lo acontecido como un acto benévolo de Dios, el hombre consideró los milagros de Dios como accidentes de la naturaleza. En el versículo 33 encontramos que Dios disciplina al hombre. Pasó por años de tribulación en los cuales tuvo muchos problemas, pero aún en todo esto, vemos la compasión de Dios trabajando, pues Hebreos 12:6 y 7 nos aclara que: “Dios castiga al hijo que ama”. Debido a su amor para el hombre, no le permitiría seguir de esa manera sin ser reprendido. Acuérdate que, entre más pecamos, más sufriremos. Por eso es que Dios entra a la escena y nos castiga, para que ya no pequemos y así no sigamos sufriendo la consecuencia de nuestros pecados. ¡Ajá! Y ¿Cómo respondió el hombre a la disciplina de Dios? Con hipocresía y decepción, pretendiendo ser santo cuando estaba lejos de serlo. Dice el versículo 36, que los israelitas le lisonjeaban con su boca, y con su lengua le metían, pues sus corazones no eran rectos con Él, ni estuvieron firmes en su pacto. Dios pudo haber repetido las palabras que había dicho en Isaías: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí”. El hombre se le olvidó de que a Dios no se le puede engañar. Dios conoce cada pensamiento, palabra y hecho, aún antes de que lo pensemos. Hebreos 4:13 dice: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”. ¿Sabes cuál fue la respuesta de Dios en contestación a la hipocresía del hombre? Los versículos 38 al 39, dicen: “Pero Él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía; y apartó muchas veces su ira, y no despertó todo su enojo. Se acordó de que eran carne, soplo que va y no vuelve”. Ahora, tal vez tú me dices que esto, es una demostración de debilidad de parte de Dios. No, no lo es; es totalmente lo contrario; es muestra de poder. Entre más Dios trató con el hombre en quien el pecado iba creciendo, más fue mostrado su amor y compasión. Y eso no es debilidad, sino poder. La obra de Dios en salvar al hombre pecador se basa en su compasión. En realidad, el hombre merece ir al infierno. El hombre ha sido injusto y pecador, buscando únicamente su propio bienestar a costa de otras personas. Dios tiene todo derecho de castigar al hombre por su maldad, pero Dios ha hecho a un lado su enojo por la maldad del hombre, y en compasión se ha acordado, que “el hombre es carne, y que es como un soplo que viene y va, y no vuelve”. Dios siempre ha sido misericordioso con el hombre, pero esto no ha hecho que el hombre deje de hacer su maldad. Muchas veces el hombre ha provocado a Dios a ira, pero Dios ha detenido su mano. El hombre ha probado de Dios, vez tras vez, sólo para encontrarse con más misericordia. Dios, aun cuando Israel siguió en su necedad, juzgó a sus opresores, trajo libertad al pueblo, les libró de temor y les dio una heredad. ¿Por qué? Porque el pecado del hombre no hace que se desvíe la gracia de Dios. El versículo 72 de nuestro texto nos dice que “Él los apacentó conforme a la integridad de su corazón, los pastoreó con la pericia de sus manos”. Quizás tú tienes pecado en tu vida que no has confesado. Quizás tú has continuado en el pecado sin tomar en cuenta que Dios ha sido misericordioso contigo. Quizás piensas que tus pecados son tan malos que no puede haber perdón para ti. Pues ¿Sabes qué? estás equivocado. Porque el mismo Dios que tuvo misericordia de Israel, es el mismo Dios de ahora, y Él tendrá misericordia de ti y te perdonará, si tan sólo te arrepientes de tu mal, y aceptas a Jesús como tu Salvador. Si vienes a Él, te perdonará y te librará de condenación. Vamos a orar. Padre, el hombre te ha puesto a prueba; perdónanos por ser así. ¿Sabes, Señor? Nosotros nos alegramos de que eres un Dios de misericordia. Gracias por amarnos. Te pedimos perdón por las muchas veces que te fallamos, y te pedimos que nos hagas fuertes y estables para honra y gloria de tu nombre. En el nombre de Jesús, te lo pedimos. Amén.
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