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Un Estudio Sobre Compasión
Compasión Duplicada
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on May 19, 2022
May 12, 2022
Duración:
00:14:35 Minutes
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Escritura

1 Juan 4:16-17; Mateo 10:25

Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. 17 En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. 1 Juan 4:16-17 Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa? Mateo 10:25

1 Juan 4:16-17, nos dice: “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así nosotros en este mundo”. Quiero que nos fijemos en las palabras: como Él es, así somos nosotros en este mundo. Esas palabras me recuerdan de otra declaración que hizo Jesús, en Mateo 10:25, el maestro divino dijo: “Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor”. Según Romanos 8:29, Dios nos ha salvado, para que seamos hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. La verdad es que tú y yo, debemos ser como nuestro Señor Jesucristo, mientras estemos con vida, aquí en el mundo. Nuestros estudios previos han tratado con la compasión de Dios. Acuérdate que compasión es sufrir con otros por su desgracia, y tener un verdadero deseo de ayudarles. Hemos visto que una y otra vez, la Biblia nos habla de la compasión de Dios, y así como nuestros Dios es compasivo, nosotros también lo debemos ser. O sea que, la compasión de Dios y de nuestro Señor Jesucristo, debe ser duplicada en la vida de sus hijos, porque, así como Él es, así somos nosotros en este mundo.   La compasión del cristiano es precedida por el ejemplo de nuestros Padre celestial. Jesús contó la parábola de un hombre que debía una gran cantidad de dinero. Tan grande fue la suma, que le sería imposible pagar su deuda. Llegó el día cuando se tenía que cancelar la deuda y él que hizo el préstamo, pidió misericordia y una extensión que le diera más tiempo para juntar la cantidad que debía. Cuál fue la sorpresa del pobre hombre cuando el que le había dado el dinero le perdonó su deuda, diciéndole que ya no se preocupara por pagar lo que le debía. Este hombre salió saltando en su corazón. Pero inmediatamente, fue a casa de uno que le debía a él una pequeña suma de dinero e insistió en que le pagara lo que le debía. Al ver que el hombre no podía pagarle su dinero le echó preso. Al oír del asunto, el amo llamó a su siervo y le dijo: “Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también, tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?”. Jesús nos contó esta parábola para enseñarnos algo muy importante: Dios ha tenido gran compasión para con nosotros, habiéndonos perdonado de todos nuestros pecados, y ayudándonos en tiempos de necesidad. Nosotros debemos seguir su ejemplo en nuestros tratos con otras personas. Efesios 4:32 lo expresa de la siguiente manera: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Tú y yo debemos seguir en las pisadas de nuestro Dios, y seguir el ejemplo que Él nos ha dejado. Jesús dijo en Lucas 6:36 que nosotros debemos ser misericordiosos, como también nuestro Padre es misericordioso. Dios es nuestro ejemplo en demostrar misericordia, piedad y compasión, para con las personas que tienen necesidad. Nuevamente Jesús nos repite: “Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor”. De hecho, nosotros como cristianos recibimos las bendiciones de Dios para pasarlas a otros. Él no es una reserva que detiene las bendiciones de Dios para guardarlas. El cristiano es una vía conducto por medio del cual, las bendiciones de Dios pasan a otros. Esta es la verdad que encontramos en 2 Corintios 1:3-4, leamos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. Quiero que anotemos, una por una, las verdades expuestas en estos dos versículos. En primer lugar, vemos que Dios nos consuela cuando somos atribulados. En segundo lugar, nosotros recibimos consolación como resultado de la misericordia y compasión de Dios. En tercer lugar, nosotros debemos compartir la consolación que Dios nos da a nosotros, para que ellos también puedan ser consolados. Si quieres podríamos decirlo así: Dios nos consuela a nosotros, no para que seamos consolados, sino para que consolemos. Él nos extiende su compasión a nosotros, y nosotros pasamos su compasión a otros. Es así como hacemos la voluntad de Dios en la tierra; es así como servimos a Dios. El cristiano debe compartir la compasión de Dios con toda persona necesitada. Jesús nos dio esta enseñanza con la parábola del buen samaritano. Después de haber dicho Jesús que uno debía amar a Dios con todo su ser, y al prójimo como a uno mismo, un religioso que quería justificarse preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”. Jesús le contó de un hombre que había salido de viaje y quien fue asaltado por ladrones. Los ladrones golpearon al hombre, le quitaron todo lo que llevaba y lo dejaron junto al camino para morir. Dos paisanos del hombre pasaron junto a él y le dejaron, así como estaban. Otro hombre, de otro distrito, pasó por el camino, tuvo compasión del golpeado, y le llevó donde podía recibir atención médica, pagando los gastos con sus propios recursos. Al terminar de contar la historia, Jesús preguntó al religioso: “¿Quién pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”. El religioso respondió: “El que usó de misericordia con él”. Y Jesús replicó: “Ve, y haz tú lo mismo”. Ahora, esta aplicación es sumamente clara. El cristiano debe tener compasión con cualquier persona necesitada. La compasión no se limita únicamente a la familia o a las amistades de uno. La compasión se extiende a toda persona necesitada. Pienso que tú y yo necesitamos ser determinados, en ser buenos samaritanos para todas las personas que nos rodean. La compasión cristiana no puede ser extendida de un corazón egoísta. No es asunto de ayudar a los que nos caen bien, o a los que nos pueden recompensar; nunca. Jesús nos ha dicho en Mateo 10:7-8, que mientras que predicamos, “debemos sanar enfermos, limpiar a leprosos, resucitar a muertos y echar fuera a demonios, pues recibimos de gracia y de gracia debemos dar”. El apóstol Juan, quien entendió el amor de Dios mejor que nadie, escribió lo siguiente en 1 Juan 3:16-19, “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra o de lengua, sino de hecho y en verdad”. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él. Es lo mismo que nos dijo Jesús: “De gracia recibisteis, dad de gracias. ¿No debías tú también, tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?”. Tu deber y mi deber es extender la mano a toda persona necesitada en el nombre de Dios. Es así como mostramos el amor de Dios para el hombre. Hoy, tú y yo, tendremos la oportunidad de ser compasivos con alguien. De hecho, casi cada persona con quien nos encontraremos hoy tiene alguna necesidad, y cuando el Espíritu nos habla, y nos dice que brindemos nuestra ayuda, vamos a hacerle caso. Es así como nosotros podemos agradar a Dios, por medio de extender su amor y compasión a otros, quienes necesitan de su ayuda. Además de esto, por medio de ayudar, la puerta se nos abrirá para presentar a nuestro Salvador. Vamos a orar. Padre, gracias te damos por tus bendiciones hoy. Señor, ayúdanos a realizar que nosotros no somos recipientes de tu amor, sino conductos, por medio de los cuales Tú hacer fluir tu amor a la vida de otros. Pienso que, si podemos comprender esta verdad, nuestra vida tendrá más valor para otros, y también para nosotros mismos. Gracias por la enseñanza de hoy, en el nombre de Jesús, oramos. Amén.

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