(Centro De Vida)
Escritura
Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. 15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Mateo 16:13-17 Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, 2 para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles. 2 Pedro 3:1-2
Su verdadero nombre era Simón, su sobrenombre era Cefas. Un término arameo cuyo equivalente en griego es Petros, o sea piedra. Unimos los dos nombres y salimos con Simón Pedro, un pescador por oficio y judío por nacionalidad. El nombre de su padre era Juan o Jonás, y tenía un hermano llamado Andrés. Simón Pedro era una figura que sobresale en la historia y registros del Nuevo Testamento. Él era uno de los apóstoles de Cristo Jesús, y podríamos decir con certeza, que un líder entre los doce. A Pedro se le concedió el privilegio de abrir la puerta del evangelio a los judíos en Jerusalén en el día de Pentecostés, y a los gentiles en Cesárea en el hogar de Cornelio. Pedro no era siempre la figura de perfección, ni el valiente siervo que llegó a ser en la última etapa de su vida. Él tuvo que pasar por un largo proceso de crecimiento espiritual, al igual que nosotros. Él era una piedrita que llegó a ser roca. Simón Pedro llegó a Jesús por el testimonio de la influencia de su hermano Andrés. En tres diferentes ocasiones fue llamado por el Señor a ser discípulo. El primer llamado fue un llamado a fe; el segundo llamado fue un llamado a ser discípulo de tiempo completo; el tercer llamado fue un llamado a ser apóstol. Nadie supo en el tiempo que Pedro fue traído a Jesús, por su hermano Andrés, que él llegaría a ser un gran líder de los cristianos. Pedro tuvo el privilegio de ser testigo de muchos de los milagros que hizo el Señor. Él estuvo presente cuando Jesús restauró sanidad a su suegra; él vio a Jesús caminar sobre las aguas; le vio calmar la tempestad; le vio levantar a Lázaro de los muertos; y le vio resucitar a la hija de Jairo. Él vio la transfiguración de Jesús, sobre el Monte, y podríamos nombrar muchos milagros más. Pedro escuchó personalmente las enseñanzas de Jesús, con otros él podría decir nunca un hombre ha hablado así, después de que muchos abandonaron a Jesús por una enseñanza fuerte, Jesús miró a sus discípulos y les preguntó: “… ¿Queréis acaso, iros también vosotros?”, Pedro respondió: “…Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabra de vida eterna, y nosotros hemos creído y conocemos que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente...”. Y, sin embargo, la vida de Pedro era una de contraste, en momentos él era fuerte, y en otros era tan débil; él podía decir algo profundamente espiritual un momento, y algo profundamente ignorante al segundo. ¿Cuál sería el problema de Simón? El mismo que tenemos nosotros: lleva tiempo el llegar a la madurez espiritual. En el mar de Galilea en medio de una tormenta Jesús llega al barco de los discípulos andando sobre las aguas, les gritó diciendo: “…No teman, Soy Yo…”, pues ellos se habían asustado al verle venir caminando sobre las aguas. Pedro el sobre saliente responde: “…Señor, si eres Tú, permite que vaya a ti sobre las aguas…”; Jesús le dijo: “…ven…”; la Biblia nos relata que Pedro salió hacia Jesús caminando sobre las aguas y nosotros decimos adelante Pedro, hombre de fe, maravilloso, les digo que yo no hubiera tenido el valor de intentarlo si yo hubiera estado ahí; pero Pedro sí, con fe salió caminando a Jesús sobre las aguas. Pero la fe de Pedro desmayó, al ver la tormenta y el recio viento tuvo temor y comenzó a hundirse y gritó: “…Señor ayúdame…”. Pobre Pedro, tuvo fe para iniciar el viaje, pero no para terminarlo, como muchos otros creyentes tenía necesidad de crecer en su capacidad de confianza. Mateo 16 nos relata un momento destacado en la vida de Pedro, estando en la región de Cesárea de Filipos, Jesús preguntó a sus seguidores: “… ¿Quién dicen los hombres que Soy?”, los otros seguidores le bombardearon con diferentes respuestas: Elías, Juan el bautista, resucitado y Jeremías. Jesús les pregunta “…Pero, quién decís vosotros que Soy…” Simón Pedro hablando de parte de los otros dijo: “…Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente…”, era la hora más grande para Pedro. Jesús se contentó con la respuesta de él, y dijo: “…Bendito seas Pedro, tú no podrías decir esto al simple verme. Esto te lo reveló Dios…”. Desde ese momento Jesús comenzó a enseñarle a sus discípulos que le sería necesario ir a Jerusalén, ser perseguido, traicionado, crucificado y resucitado al tercer día, y ahora escuchemos las palabras de Simón Pedro: “…Señor, esto no puede ser…”, Jesús le respondió: “…Atrás de mí, satanás, me ofendes, no conoces las cosas de Dios concerniente a esto, sino que tienes pensamiento de hombre…” Y esto es típico de los extremos en la vida de Pedro, un momento está confesando por revelación divina que Jesús es el Cristo, y al siguiente momento está insinuando que no quería la cruz y que no creía en su resurrección. Jesús les dijo a los discípulos que ellos le abandonarían, pero Pedro prometió: “…me moriría contigo, pero nunca te negaría…”. Después de pocas horas Simón le negaba con juramentos, su gran entrega al Señor no resistió la prueba. Gracias a Dios esos contrastes en la vida de Pedro terminaron al llegar él a la madurez espiritual. En Juan 21 encontramos a Pedro proclamar su amor por Jesús tres veces, así como tres veces le había negado. En Hechos 12, él recibe al Espíritu Santo y predica con tanto poder que tres mil personas declararon públicamente su fe en Jesús por el acto del bautismo; en Hechos 13, él sana a un cojo que había estado así por cuarenta años; en Hechos 5 le azotan por predicar de Cristo, y sin embargo sigue adelante sin darle importancia a los golpes; en Hechos 10, él fue usado para predicar el evangelio a los gentiles paganos; y en Hechos 11, defendió sus acciones delante de la iglesia en Jerusalén; en Hechos 12, encontramos que le tiran a la cárcel por predicar de Jesús; y en Juan 21, Jesús le dijo que sería arrestado y que moriría por crucifixión, pero eso no le detuvo de testificar de su Señor, continuó durante el resto de su vida, alianza a Jesús, brindó sus servicios en el nombre de Jesús. Dios aún le usó para escribir dos epístolas del Nuevo Testamento, ¿Cuál es el propósito de esas dos epístolas? El propósito es expresado en 2 Pedro 3:1 y 2, y dice: “Despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles”. Las dos epístolas fueron escritas para ayudar a otros en crecer. Simón Pedro creció espiritualmente, y es así como explicamos el cambio que hubo en su vida. Nosotros también podemos cambiar mientras que crecemos a madurez espiritual. Podemos realizar la victoria en nuestras vidas. Debemos crecer. Dios usará a su Espíritu Santo para ayudarnos; usará su palabra para ayudarnos; nos dará posiciones de servicio dentro de la iglesia para ayudarnos en crecer. Pero sí debemos crecer, y les cuento que es ese crecimiento espiritual el que da aventura a la vida del creyente. Vamos a orar. Padre hoy llegamos al final de esta serie de estudios sobre la necesidad de crecer espiritualmente. Gracias te damos Padre por lo muchos medios en que nos ayuda a realizar este crecimiento que tanto necesitamos. Nuestro deseo es llegar a la madurez espiritual para poderte servir mejor. Ayúdanos porque te lo suplicamos en el nombre de Jesús. Amén.
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