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Una vida por otra vida.

Es un pensamiento antiguo, de naturaleza casi aparentemente bárbara. Muchas culturas y religiones en realidad sacrificaron humanos vivos a sus dioses: los mayas, los vikingos, los aztecas. . . arrancando corazones, drenando la sangre de hombres y animales.

Y, sin embargo, los cristianos creen que un hombre, Dios hecho carne, es el mayor sacrificio humano de todos los tiempos. Sangre por sangre y pecado rescatados a través de un precio de muerte.

Es un final violento: morir en una cruz. Pero antes de que Jesús llegara a la parte de la asfixia, luchando por respirar y teniendo que rechinar sus manos y pies con clavos oxidados puestos entre sus tendones solo para respirar, tuvo que sufrir otras penas físicas:

golpeado casi hasta la muerte 

las heridas arrancaban carne de su espalda 

sangre que se filtraba a través de la piel

una corona de espinas aplastada en su frente

Abofeteado, escupido, abandonado

dejado solo para llevar el peso del mundo sobre sus hombros

Y mientras moría, el cielo se volvió negro, la tierra tembló y el velo del templo se rasgó en dos. Ahora, podríamos preguntarnos, ¿cuál es el significado del velo en el templo?

Durante miles de años, Dios fue reverenciado como santo y apartado, tanto que estar en la misma presencia del Todopoderoso causaría la muerte, incluso de los sacerdotes sagrados. De hecho, hasta el día de hoy los judíos ni siquiera pronuncian el nombre de YHWH, o el verdadero nombre de Dios. El templo, el tabernáculo, se erigió de modo que el lugar más sagrado, donde residía el Arca del Pacto, estuviera separado de la habitación a la que entraban los sacerdotes por un velo grueso. Y frente a la sala de los sacerdotes estaba el área de adoración principal, pero el acceso a esa sala estaba limitado: las mujeres, los extranjeros, los que estaban ceremonialmente impuros y otros debían permanecer en el patio.

Habían múltiples barreras que literalmente separaban a los hombres de Dios. 

Tabernáculo significa un «lugar de habitación», o la morada del Espíritu, y durante miles de años a los adoradores no se les permitía ver la cortina a menos que nacieran en la tribu de Leví. 

Así que el día que Jesús murió y el velo se rasgó, la separación entre el hombre y Dios se eliminó para siempre. A través de la sangre de Jesucristo, ahora experimentamos la presencia de Dios dentro de nuestros corazones. Él puede morar dentro de cada persona que cree en el sacrificio de Jesús.

¿Cuál es el velo que le impide experimentar el amor de Dios hoy? 

¿No sabe que Dios mismo le amó tanto que voluntariamente entregó su cuerpo para ser partido y su sangre para ser derramada para que pudiera compartir la comunión eterna con él?

Pruebe el pan, beba el vino y recuerde, al acercarnos a la Pascua, humillese y sepa que no está solo. Nuestro Señor Jesús sangró y murió y quitó el velo que una vez fue una barrera para la plena comunión con Dios Todopoderoso. 

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