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Este domingo celebramos la resurrección de Jesús y gracias a la resurrección tenemos esperanza, paz, gozo y vida.
Sin embargo, sin la muerte de Jesús no hay resurrección de Jesús. ¡Sin la cruz no hay tumba vacía!
Jesús colgó de una cruz muy real y experimentó una muerte muy real.
Nuestra percepción moderna de la cruz está algo sesgada. Es fácil ver la cruz como una decoración de interiores o una bonita joya. Para nosotros, la cruz es limpia, brillante, brillante y decorativa. Es un símbolo de amor y liberación.
Imagínese por un segundo que saltó a su máquina del tiempo secreta y viajó 2,000 años atrás. La reputación de la cruz tiene un aspecto y una sensación muy diferentes. La cruz era sangrienta, cruel, vergonzosa, mortal y una maldición. Lea Colosenses 3:13.
La cruz representaba dolor y agonía, y estaba reservada como el castigo más cruel para los peores infractores. Estaba destinado a ser tan insoportable que los espectadores vomitarían. A menudo, un criminal colgado de una cruz era apenas reconocible después de haber sufrido azotes violentos.
La cruz significaba muerte. De hecho, el lugar donde crucificaron a Jesús se llamaba Gólgota, «el lugar de la calavera.»
Pero Jesús no fue el único colgado de una cruz ese día. Había tres cruces y cada cruz tenía un mensaje significativo.
La Cruz de la Rebelión.
De un lado de Jesús estaba un criminal que merecía la muerte. Este criminal se burló de Jesús diciendo: «¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!» (Lucas 23:39).
Incluso mientras su cuerpo golpeado colgaba de la cruz, este hombre rechazó a Cristo. Sus palabras, acciones y corazón no mostraron nada más que una rebelión total.
La rebelión es simplemente una resistencia abierta. Este criminal necesitaba un Salvador y neciamente rechazó a Aquel que podía salvarlo.
La Cruz del Arrepentimiento
Del otro lado de Jesús colgaba otro criminal que merecía la muerte. Sus acciones que lo llevaron a la cruz fueron similares a las del otro criminal, pero su corazón en este momento era todo lo contrario.
Estaba arrepentido.
En ese momento reconoció quién era Jesús y le replicó al otro criminal: «¿No temes a Dios?» (Lucas 23:40).
Este pecador temía a Dios, como lo demuestra su corazón arrepentido. Este no fue un momento de último esfuerzo para el hombre. Él se rindió.
Reconoció su error, comprendió su culpa y se lo entregó todo a Jesús.
La Cruz de la Redención
La cruz en el medio, en el centro de todo, es la cruz que todos necesitamos desesperadamente.
Con su último aliento, Jesús susurró: “Consumado es” (Juan 19:30).
¿Qué fue consumado? El pago por nuestros pecados se pagó en su totalidad. La muerte de Jesús en la cruz es el gran intercambio que Dios hace por nosotros. «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.» (2 Corintios 5:21).
La cruz de la redención fue Jesús tomando nuestro pecado y ofreciéndonos Su justicia. ¡Qué trato!
¿Con qué criminal te identificas? ¿Qué cruz llevas, la cruz de la rebelión o la cruz del arrepentimiento?
¿Qué cruz llevas, la cruz de la rebelión o la cruz del arrepentimiento? Y está esperando que te rindas por completo.
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