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¿Cuál es tu mayor debilidad?
Esta es una pregunta típica que le hacía a mis antiguos estudiantes mientras se preparaban para sus entrevistas de admisión a la escuela de medicina.
Todos tenemos debilidades, áreas en las que luchamos. Algo que puede no parecer difícil para alguien más, para nosotros es un desafío.
La pregunta de seguimiento sería
«¿y cómo has superado esa debilidad?» o «¿de qué manera estás tratando de mejorar en esa área débil?»
Porque, a fin de cuentas, si sabemos que todos tenemos debilidades, ese no es el problema. El problema es ¿qué estás haciendo al respecto? Cuando te enfrentas a esa tentación, ¿cómo la superas?
El enfoque no está en la guerra en sí, sino en cómo ganas la batalla.
Hemos estado estudiando sobre la oración mientras recorremos Lucas 11, donde Jesús responde a la solicitud de los discípulos de enseñarles a orar. A lo largo de nuestro estudio hasta ahora, hemos visto a quién dirigimos nuestras oraciones y lo reconocemos como Dios, nuestro Padre. También reconocimos dónde está, en el Cielo, y su santidad. Luego señalamos Su autoridad como Señor y nuestra sumisión a Su voluntad. Él es nuestro proveedor, la fuente de todo lo que necesitamos cada día. Y debido a su hermosa oferta de perdón, podemos ser restaurados a Él y podemos ofrecer esa misma restauración a aquellos quienes hemos perjudicado o nos han perjudicado.
Hoy, leeremos acerca de la tentación.
Lucas 11:4b
«Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.»
Todo lo que hemos cubierto hasta ahora se ha centrado principalmente en Dios. Pero en esta parte de la oración, vemos que entran en escena nuestras necesidades personales.
Leemos «Y no nos metas en tentación», pero ¿qué significa realmente?
Piénsalo de esta manera: Dios sabe en qué áreas luchas. Le estás pidiendo que te libre de esas áreas débiles. ¿Por qué? Porque no queremos fracasar. Queremos vivir en paz, sin preocupaciones, problemas ni tropiezos. Así que esto simplemente dice: «Señor, mantenme alejado de los problemas y protégeme de esos problemas».
Pero sabemos que no es exactamente así como va la vida, ¿verdad? Siempre hay altibajos. Los desafíos en nuestra vida son los que nos ayudan a crecer, madurar y tener éxito. Si la vida fuera siempre un camino llano, ¿cómo sería nuestro carácter?
El enfoque no está en la guerra en sí, sino en cómo conquistas la batalla.
Piensa en quién eres ahora y en los obstáculos que has tenido que superar. Incluso podrías decir: «Soy la persona que soy hoy debido a esas cosas». Tal vez esos desafíos te hicieron más fuerte, más sabio o te dieron una experiencia para compartir con otros.
Es ahí donde es necesaria la segunda parte de este versículo. Porque es absurdo pensar que nunca tendremos problemas y tentaciones en esta vida. Así que, Jesús dice que debemos pedir a Dios que nos libre o nos aleje de las tentaciones, pero cuando lleguen, que esté con nosotros. Que nos ayude a superarlas. Porque sabemos que no somos lo suficientemente fuertes por nuestra propia cuenta.
¿A dónde recurres cuando llegan los problemas de esta vida? ¿Intentas depender de tu propia fuerza o te diriges al Señor?
Filipenses 4:13
«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.»
No por mi cuenta, sino a través de Cristo, quien me da la fuerza que necesito para resistir la tentación y superar la situación.
Líbranos del mal. Se nuestro protector, Señor. Fortalécenos en las pruebas a medida que llegan. Úsalas para hacernos crecer y hacernos más semejantes a ti. Permítenos compartir lo que aprendemos con otros que enfrentan las mismas dificultades. Permítenos señalarlos hacia ti. Amén.
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