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¿Alguna vez se ha detenido a pensar en el poder de las palabras? Mi tiempo devocional matutino y la lectura de las Escrituras me hacen reflexionar sobre la importancia y el poder de las cosas que salen de mi boca. Reflexionemos por un momento sobre la idea del poder de las palabras. . .

Fue con palabras que el Dios del universo creó todo lo que conocemos, con la excepción del hombre a quien formó con Sus manos. Las estrellas, el sol, la luna, todos los demás planetas y galaxias, todo, fue creado por Sus palabras. Sus palabras tienen el poder de crear cosas, de la nada.

Fue con palabras que Jesús llamó a Sus doce discípulos desde sus zonas de comodidad para seguirlo. Esa simple palabra, «Sígueme», no solo cambio sus vidas para siempre, sino que finalmente llevaron al cambio de toda la humanidad. Multitudes irían a seguirlo a las cimas de las montañas y los valles. Eventualmente lo seguirían a sus propias tumbas. Pero sus palabras no los dejarían ahí.

Fue con palabras que se formó una Constitución, estableciendo los parámetros para la nación más grande que el mundo jamás haya conocido. Una sala llena de hombres debatieron, en palabras, los principios de la tierra que vinieron a establecer. Las palabras fueron acaloradas a veces, pero al final esas famosas palabras se mantuvieron sólidas y seguras, con más palabras firmadas en la parte inferior: las firmas de cada hombre presente en el evento histórico.

Ha sido por las palabras que me he llenado tanto de alegría como de dolor. En mi propia vida me han lastimado inmensamente las palabras de algunos. Han sido necesarios meses e incluso años para sanar las heridas de esas palabras, que todavía dejan cicatrices duraderas. He sentido emoción ante las palabras de otros cuando han dicho frases como: «Tío Blake, ¿me bautizarás?» «Te quiero.» «Eres una bendición.» Las palabras pueden curar.

Será por las palabras que algún día nos dividiremos. La Biblia dice que algún día oiremos una de dos series de palabras cuando estemos delante de Dios. «Nunca os conocí; apartaos de mí» señalará la condenación eterna por rechazar a Cristo” o «bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» señalará la recompensa eterna por aceptarlo. Todo depende de su elección de palabras para Él: sí o no.

Así que hoy, elija sus palabras con cuidado. Pablo nos dijo que no usáramos ninguna palabra que fueran «corrompidas», sino que solo dijéramos cosas que ministrarían «gracia al oyente». (Efesios 4:29). Esparza un poco de gracia hoy.

Esto es solo un pensamiento, y doy la bienvenida al suyo.
Hasta la próxima,
blake

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