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“Si los pecadores son condenados, al menos que salten al Infierno sobre nuestros cadáveres. Y si perecen, que perezcan con nuestros brazos alrededor de sus rodillas, implorándoles que se queden. Si el Infierno debe llenarse, que se llene con los dientes de nuestros esfuerzos, y que nadie quede sin advertencia y sin oración.” – Charles Spurgeon
Palabras poderosas.
¿Alguna vez leyó algo y simplemente se quedó asombrado por lo que decía? Realmente nos hace detenernos en seco. Dándole vueltas en la mente, contemplando la verdad, la severidad y la realidad de ello.
Tal vez haya una frase de alguien que le haya quedado grabada durante años. Esas poderosas palabras grabadas para siempre en su mente, como las que compartí anteriormente dichas por Charles Spurgeon.
Pero mientras leía un pasaje de Mateo esta mañana, me llamó la atención cuán poderosa es la palabra de Dios.
«De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.» (Mateo 24:32-35)
Jesús termina Su advertencia de Su segunda venida y los últimos tiempos. En Su conclusión, hace una declaración increíble en el versículo 35.
«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.»
La tierra. El mismo lugar donde vivimos. La tierra, el mar, la gente, los edificios, las montañas, los ríos, los animales, todo desaparecerá. ¡Y no sólo la tierra, sino también los cielos! ¡Es un pensamiento tan enorme que ni siquiera puedo comprenderlo!
Pero incluso cuando todo lo que hemos conocido se haya ido, quedará una cosa… la Palabra de Dios.
Esas deben ser palabras verdaderamente poderosas.
Las mismas palabras que se usaron para que la tierra existiera serán las que se usen para destruirla. Las palabras que introdujeron la vida en el hombre se usarán para quitarla en el juicio. Las palabras que ofrecieron la salvación a todos vendrán como castigo eterno para aquellos que no aceptaron su regalo. Y la misma Palabra de Dios que era en el principio (Juan 1:1) será al final.
Palabras poderosas.
Y tenemos la oportunidad de sostenerlo en nuestras manos y permitir que hable vida, esperanza y libertad en nuestras vidas todos los días. Tenemos el privilegio de aprender estas poderosas palabras y compartirlas con otros, sabiendo lo que han hecho por nosotros y cómo pueden ayudar y sanar a otros. ¿Pero, lo hacemos?
Sus palabras también son poderosas, moldeando y formando a sus hijos, sus amistades y relaciones. ¿Estamos usando sus poderosas palabras para edificarnos unos a otros o nos derribamos unos a otros? ¿Estamos compartiendo la historia más poderosa jamás contada, las buenas nuevas de Jesucristo, o tenemos miedo de lo que alguien pueda pensar o de que no vamos a decir las palabras correctas?
La palabra de Dios es demasiado poderosa para que la arruines. No vuelve vacía. Si comparte Su palabra como Él lo hacia, eso es todo lo que importa. El Espíritu Santo hará la obra.
Palabras poderosas que ofrecen esperanza hoy para todos. ¿Las compartirá?
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