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El tiempo no era suficiente. Quería pasar cada hora del día con él. Para aprender sobre quién era, dónde había estado, cuáles eran sus gustos y disgustos, y cuáles eran sus sueños. Pasábamos horas juntos hablando y temia el momento cuando debia regresar a casa. Luego contaba las horas hasta que lo volvería a ver.
Un amor incipiente de ensueño nos deja completamente mareadas y con ganas de más. Siempre fue divertido estar con amigos y ellos decían: “bueno, bueno, bueno, ¿alguien está muy feliz aquí? ¡Y es porque estamos prácticamente brillando!”
Ese sentimiento especial de amor irradiaba en mi rostro a medida que pasaba más y más tiempo con él.
«Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua. Y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos. Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él.» (Éxodo 34:28-30)
Los hijos de Israel nunca habían visto algo así. El rostro de Moisés en realidad brillaba por estar en la presencia del Señor durante tanto tiempo. ¡Solo puedo imaginar cómo podría haber sido eso! Donde mi rostro parecía brillar de amor, ¡el suyo realmente lo hizo!
El poder de Dios es transformador con solo estar en Su presencia.
¿Su rostro brilla después de pasar tiempo con el Señor? ¿Puede la gente notar alguna diferencia en usted cada vez que esta en la presencia de Dios? ¿Reflejas Su verdad, Su amor y Su justicia?
Hoy, vaya a solas con Dios. ¡Pase tiempo con su primer amor! ¡Que el Señor despierte su alma con Su presencia! ¡Que su corazón se llene de alegría y paz!
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