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Era una hermosa mañana de otoño. Cielos azules, sol, árboles en diferentes tonos de verde, amarillo, rojo y marrón. Parecía el momento perfecto para salir a correr.
Encendí mi música y me puse en marcha. Mientras intentaba motivarme para seguir, una pequeña brisa sopló, causando un remolino de actividad en los árboles. Las ramas soltaron sus hojas y el viento las llevó por mi camino.
Se me cruzó un pensamiento: qué increíble es el viento. No lo puedes ver, pero puedes ver los efectos de él. Puedes sentir su presencia.
Juan 1:18
«A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer.»
Si nadie ha visto a Dios, ¿cómo sabemos que es real? Porque vemos los efectos. Sentimos Su presencia. Y Su único Hijo, Jesucristo, nos mostró Su carácter. Estar en el seno del Padre significa que Jesús estaba a su lado, en una relación íntima con Dios.
A través de Jesús, aprendemos que Dios ama a todas las personas, que Él desea caminar con ellas diariamente, enseñarles, tener comunión con ellas, salvarlas y darles un hogar para la eternidad con Él.
Dios se nos revela diariamente, a veces de maneras grandiosas, pero más a menudo utiliza momentos tranquilos, cuando estamos en calma y atentos, escuchando Su voz.
Dios es real. Es tan real hoy como lo fue cuando creó la tierra. Cuando creó al hombre y caminaba con él diariamente. Cuando abrió el Mar Rojo para Moisés y su pueblo. Cuando derrotó a un gigante a través de un niño con una honda y una piedra. Cuando vino a la tierra como un bebé, nacido de una virgen. Cuando venció a la muerte y resucitó de la tumba.
Es tan real como cuando empezó a llamar a tu corazón, así como lo es hoy.
Quédate quieto. Escucha. ¿Sientes Su presencia? Jesús te está llamando.
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