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“Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.” Eclesiastés‬ ‭11:1‬ ‭RVR1960‬‬

Hablar de éxito no es una tarea sencilla, ya que el mundo tiene un concepto muy diferente al concepto que tiene Dios en cuanto a este tema, para ellos una persona exitosa es alguien que alcanza gran prosperidad económica, es alguien que goza de poder y se baña todos los días en la popularidad, sin embargo, el éxito verdadero consiste simplemente en convertirnos en las personas que Dios quiere que seamos y en hacer la voluntad de Dios cueste lo que cueste.

Lograr esto no es una tarea sencilla, en primer lugar, se requiere inversión. En nuestro texto encontramos 2 principios de inversión.

El primer principio es “la ley de la siembra y la cosecha” En tiempos antiguos los Egipcios arrojaban su semilla en las aguas del río Nilo, este acto a primera vista parecía ser un puro desperdicio de grano. Pero a su debido tiempo la crecida del río descendía y el arroz y los otros granos se hundían en el lodo fértil, y sin darnos cuenta rápidamente la cosecha se producía.
Nuestra labor es arrojar nuestro pan sobre las aguas, en otras palabras, invertir nuestra vida en el bien de nuestro prójimo, y será Dios quien a su debido tiempo recompensará nuestro esfuerzo. Si no sembramos ¿Cómo hemos de esperar una cosecha? ¿si no dedicamos tiempo en servir, evangelizar y discipular? En el tribunal de Cristo, cuando los cristianos sean recompensados ¿podremos esperar algo? Ser un buen padre, un buen esposo, un buen ciudadano y un excelente cristiano no es una tarea fácil, se requiere sembrar cada día tiempo, recursos y energía en cada una de estas áreas, sin embargo, si lo hacemos con el tiempo gozaremos de todos los frutos que ella da.

El segundo principio es “atrévete a correr riesgos” en el libro de Reyes leemos que Salomón entre sus riquezas tenía una gran flota de naves, naves que llevaban sus productos y mercancías por otros países y cada tres años regresaban trayendo consigo toda clase de joyas preciosas y muchos animales exóticos. Aventurarse a esa travesía era sinónimo de echar el pan sobre las aguas, sin embargo, no era una decisión sencilla, ya que en el camino una gran tempestad, los piratas o una serie de sucesos inesperados podrían arruinar toda la mercancía. Había que tomar riesgos, sin embargo, el que nada arriesga, nada gana.

Por ejemplo, cuando un jovencito quiere estudiar una carrera profesional, no sabe con exactitud si terminará la carrera que comenzó, no sabe si después de graduarse encontrará trabajo o si después trabajará en algo diferente a la carrera que estudio. Sin embargo ¿qué hacer ante ello? simplemente atrévete a correr riesgos. El trabajo en la agricultura es muy diferente al trabajo en la oficina, un trabajador de oficina al final del mes recibe un salario determinado sin embargo un agricultor no sabe con exactitud si al final de la cosecha ganará o perderá toda su inversión. La sequía, los insectos, el bajo costo de su producto y toda una serie de circunstancias negativas juegan en su contra, sin embargo, el agricultor con un paso de fe corre riesgos y siembra la papa.

Compartir el evangelio con alguien, discipular, abrir un grupo pequeño en casa o servir en un ministerio exige riesgos, las personas pueden aceptar el mensaje con gusto, arrepentirse de sus pecados y ser seguidores fieles del maestro o también pueden insultarnos, degradarnos y echarnos del trabajo por ello. Uno no sabe lo que va a pasar, pero eso no debe de impedirnos ni ser excusa a que nos dediquemos de todo corazón alma y fuerzas a tener una vida productiva para la gloria de Dios.

Si lo hacemos la promesa “después de muchos días lo hallarás” será real en nuestras vidas, los días se transforman en semanas, las semanas se transforman en meses y los meses en años, pero en día menos esperado, ya sea en esta tierra o en la eternidad, Dios cumplirá su promesa y sabrá recompensar todo nuestro esfuerzo por la causa de Cristo.

–Paul Tinoco Huaraca