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El propósito de un espejo es para vernos. En él podemos ver lo que otras personas están viendo al mirarnos. En él podemos ver nuestras imperfecciones con el fin de hacer algunos arreglos, si es que se puede.
El propósito de un espejo es para vernos. En él podemos ver lo que otras personas están viendo al mirarnos. En él podemos ver nuestras imperfecciones con el fin de hacer algunos arreglos, si es que se puede.
El mejor espejo que tenemos es La Palabra de Dios. Al vernos en la Palabra, nos damos cuenta de nuestras imperfecciones, y podemos venir a Dios y hacer lo que nos dice, con el fin de realizar mejoras.
Efesios 3:20-21 dice, “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.
Al vernos en el espejo de Efesios 3:20 y21, ¿qué vemos? ¿Vemos a una Iglesia esforzándose a traer gloria a Dios? ¿Vemos a una Iglesia que está en Cristo, dedicada al pié de la letra a la misión que le fue encomendada? ¿Vemos una Iglesia que está experimentando el poder de Dios, trabajando a través de ella? Si no vemos estas cosas; ha llegado la hora de hacer algo en cuanto a ello.
(1) La Iglesia es para gloria de Dios. Nuestro texto dice que Dios debe recibir gloria en la Iglesia “por todas las edades, por los siglos de los siglos”. Esto significa que la Iglesia nunca se ha tratado de nosotros, sino de Él. No es asunto de la Iglesia buscar lo que le gusta a las personas, para luego hacer todo lo posible por proveérselos. No tenemos que cambiar de tecnología, música, etc., para que vengan.
Es cierto que queremos que los que asistan a nuestra Iglesia estén comodos, y que les guste lo que hacemos; pero, si vienen y nunca llegan a conocer a Dios, debido a que Él no se presentó, porque no se trató de Él, sino de la gente, ¿de qué sirvió?
(2) Iglesia que no está en Cristo, no trae gloria a Dios. Nuestro texto dice, “a Él sea gloria en la iglesia EN CRISTO JESÚS”. Una Iglesia que no está en Jesús, viviendo de acuerdo a Sus enseñanzas, cumpliendo las cosas por la cual fue llamada, no puede traer gloria a Dios. Hay una infinidad de Iglesias el día de hoy; pero, son muy pocas las que realmente traen gloria a Dios.
¿Cómo es que Jesús trae gloria a Dios? Jesús trae gloria a Dios, porque Su voluntad es hacer la voluntad del Padre. En Juan 5:30 Jesús dice, “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.” Noten que Jesús dijo que no podía hacer nada por sí mismo. Puso Su completa confianza en Dios, para serle obediente en todo lo que pidió de Él. Lo de caminar sobre el agua, dar vista a los ciegos, resucitar a los muertos, y resucitar al tercer día…Todo eso fue el Padre. Jesús solo fue obediente.
El creer que podemos sin Él, no le trae gloria. Todas las cosas que no hacemos (asistir al templo, Centro De Acción; discipular, usar las cuatro armas espirituales etc.), es porque pensamos que podemos ganar esta batalla sin Él. Esta actitud no trae gloria a Dios. Mas bien le ofende.
(3) Iglesia que no trae gloria a Dios, no experimentará Su poder. Nuestro texto nos señala que Dios es “poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”, mas nosotros nunca lo experimentaremos, porque pensamos que se trata de nosotros, en vez de Él.
Cuando nos miramos en el espejo de la Palabra, no debemos ver nuestro reflejo. ¡Debemos ver a Jesús! Si no vemos a Jesús, tampoco veremos el poder de Dios. Nuestra relación con el Padre, es a través de Jesús. Él mismo nos dijo que nadie vendría al Padre, sino por Él. Observemos la oración que hizo al Padre antes de regresar al cielo. “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:20-23).
¿Observaste el énfasis que Jesús hace al repetir, “Tú en mí” y “Yo en ellos”. ¿Por qué? Porque sin el Padre en Él, y sin Él en nosotros, no habrá poder para vencer. Conste que podemos hacer creer a los demás que el poder de Dios fluye a través de nosotros. Pero, nuestra lucha no es con ellos. Es con el diablo, y sus demonios, y ellos conocen la verdad.
Hermano, es el poder de Dios y Su amor lo que salvará al mundo. Ojala al vernos en el espejo, vemos una Iglesia dedicada a la misión que Jesús nos ha encomendado y no un Club Social, donde venimos a entretenernos por un rato.
Amigo, la Iglesia no está aquí para entretenerte. Está aquí para intentar rescatar tu alma del infierno. Dios te ama. La Iglesia está aquí para hacértelo saber.
–Andres Tinoco
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