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“Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.” S.Juan 13:13 RVR1960
Al inicio del ministerio de Jesús, él escogió 12 hombres comunes y corrientes para que fuesen sus discípulos, era la costumbre de su tiempo que todos los jóvenes sobresalientes de Israel buscasen un mentor, este los evaluaba detalladamente y después de una entrevista personal con cada postulante, escogía al mejor. Ejemplo de ello fue el Apóstol Pablo, quien desde su juventud creció bajo la tutela de Gamaliel, un famoso erudito de su tiempo.
Lo más lógico y natural era que Jesús escogiese sus discípulos de entre la casta religiosa en Israel, ahí estaban los fariseos, los saduceos y los escribas, gente religiosa y muy conocedora de las escrituras, sin embargo, no lo hizo, él escogió a personas, así como tú y como yo, personas comunes y corrientes y con esto puso el discipulado al alcance de todos.
Estos hombres tuvieron el privilegio y el honor de caminar con Jesús y aprender de él. Por su cercanía a él ellos conocían muy bien que aquel a quien seguían no era solo un hombre, sino que también era el Mesías prometido, él Hijo de Dios. esta es la razón por la cual le llamaron Maestro y Señor, títulos que hacen alusión a su humanidad, así como a su divinidad.
En primer lugar, él era el Maestro, este título en el Antiguo Testamento hacía referencia a un artesano experto en su especialidad, sin embargo, en el Nuevo Testamento indica por lo general a alguien que enseña, o sea un instructor. En tiempos del poscautiverio las escuelas solían reunirse en las sinagogas y los maestros eran frecuentemente los escribas o doctores de la ley. Tanto los discípulos de Jesús como sus enemigos lo llamaban maestro o Rabí que significa lo mismo, de ahí se considera como maestro a uno que sirve de guía.
Jesús era el maestro por excelencia. Mientras que los Fariseos y los Escribas enseñaban algo que no lo cumplían, Cristo modelaba con su vida cada una de sus palabras; sus enseñanzas fluían de su sabiduría y su conocimiento de las escrituras, ilustraba sus sermones como nunca antes alguien lo hizo, él más sabio erudito, así como un simple niño aprendían de él y todos quedaban satisfechos. él no se conformaba con seguidores superficiales, así que los confrontaba una y otra vez a colocarlo a él por encima de todo, era un maestro realmente maravilloso ¿cuánto no daría por volver al pasado y estar al lado suyo, caminar con él y aprender bajo sus pies?
En segundo lugar, era Señor, este término expresa la idea de una persona que merece respeto o ejerce autoridad. En cierta ocasión Jesús preguntó a los Fariseos que solo veían en Jesús a un maestro más en su tiempo “¿Qué pensáis del Cristo? ¿de quién es hijo? Le dijeron: De David. Él les dijo ¿pues como David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: ¿siéntate a mi derecha, hasta que ponga a mis enemigos por estrado de tus pies? Pues si David le llama Señor, como es su hijo.”
En este texto Jesús no está discutiendo si el titulo hijo de David era un título apropiado para el Mesías, él estaba aclarando que el título hijo de David no resumía todo lo que él era, ya que él también era Hijo de Dios. David bajo la inspiración del espíritu escribió: “Dijo el Señor a mi señor.” La primera palabra Señor en el original es Jehová y hace alusión a Dios padre, y la segunda palabra Señor es Adonay y hace alusión al Mesías. En este texto vemos que David se dirige al Mesías como su Señor, como su amo, como su dueño. Jesús no era solo descendiente de David, él es algo mucho mayor, él existía antes que David existiera, él es Dios Hijo, creador de los cielos y la tierra.
Cuando Jesús era llamado así por sus discípulos en ningún momento él les corrigió o les dijo “no me llamen así ya que me están atribuyendo cosas que no son” por el contrario él dijo “decís bien, por lo soy”.
El es Señor, nosotros sus súbditos, el no desea un espacio de tu vida, él lo quiere todo. Es mejor bajar nuestras armas, rendirnos a sus pies y hacer su voluntad.
–Paul Tinoco Huaraca
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