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Oct 08, 2018 14:41pm
Adoración Genuina
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Hay quienes piensan que los músicos tienen un monopolio sobre la adoración. Hay quienes piensan que los que tienen facilidad de palabras, pueden adorar mejor. La verdad, es que como la adoración puede ser fingida, es realmente difícil saber quien está genuinamente, adorando a Dios. Sin embargo, cuando nuestra Iglesia se ve en el espejo de la Palabra, debiera poder ver el reflejo de adoradores genuinos.

Juan 4:20-24 dice, “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

(1) Dios ha de ser adorado en todas partes. Quienes vivían en Israel decían que uno tenía que viajar a Jerusalén para adorar a Dios, ya que allí es donde estaba el templo. Jesús hizo ver a la mujer Samaritana que Sus antepasados habían adorado en las montañas donde ella vivía muchos años antes de que existiera el templo en Jerusalén. Obviamente, el templo era un lugar especial. Obviamente, Dios quería que Su templo en Jerusalén estuviera lleno de adoradores. Eso es indiscutible. Pero, ¿por qué limitaría Su adoración al templo, cuando Él llena el universo?

El altar en el templo CDV es muy especial para mí. Mi abuelo fue pastor en este templo, durante toda mi niñez y juventud. En este templo se congrega la Iglesia madre de la obra en Nicaragua. Aunque Dios me llamó a predicar en Nicaragua, en este templo se me reconoció como predicador del evangelio y se me otorgó una licencia dándome autoridad para poder casar en el estado de Texas. He venido miles de veces a éste altar, y siempre les he enseñado que es un lugar especial para el CDV Houston. Pero, quiero que sepan que he adorado a Dios en muchos lugares. Jamás les diría que este es el único lugar en el cual ustedes pueden adorar a Dios.

(2) Se puede adorar a lo que uno no sabe. Los Samaritanos adoraban a Dios, pero, no le conocían como le conocían los Judíos, pues, eran el pueblo escogido de Dios. ¡Qué diferencia entre Nicodemo (cap. 3), y la mujer Samaritana (cap. 4)! Ninguno de los dos eran salvos por no tener una relación con Jesús, pero, la diferencia entre ellos era enorme. Jesús pudo conversar con Nicodemo, usando las Escrituras, pues, era conocedor de las Escrituras, un hombre respetado por su conducta y posición en la comunidad. La mujer Samaritana era un caso totalmente diferente. No había sido educada, era pobre, y no respetada por la comunidad. Llevaba una vida de pecado. Había tenido cinco maridos y actualmente estaba viviendo en adulterio con un hombre que no era su marido. Ambos decían adorar a Dios. Mas Jesús, les hace ver que las cosas habían cambiado.

Habían cambiado porque Jesús había venido a completar lo viejo, lo imperfecto, y la manera temporal de reconciliarse con Dios (por me dio del sacrificio de animales). Habían cambiado porque al aceptar a Jesús como Salvador, Su Espíritu Santo haría residencia en uno, convirtiendo su cuerpo en Templo.

Quiero que sepan que hay muchas religiones que aún están adorando a Dios a la antigua, buscando agradarle por medio de sacrificios y penitencias. Por abundantes que fueran los sacrificios, por bellos que fueran sus templos, por muy coloridos que fueran sus vestuarios, y caros sus adornos…su adoración no es genuina. Por lo consiguiente, Dios no la recibe.

(3) Verdadera adoración es en espíritu y en verdad. Es en este tercer y último punto que quiero hacer énfasis. Tenemos que tener cuidado, porque con todo lo que hemos hecho en este Servicio De Celebración, si no se hizo en espíritu, la adoración fue falsa, carnal, Jesús no tuvo nada que ver en ello, y Dios no fue adorado.

Todo el tiempo platicamos de la batalla entre nuestra carne y el espíritu. Obviamente, cada uno de nosotros estamos aquí, y queremos sentir la presencia del Señor con nosotros, ¿no es cierto? Lo anhelamos. Lo deseamos con todo nuestro corazón. La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Por qué? ¿Quéremos sentirlo para asegurarnos de que no estamos equivocados? ¿Dudamos de Su presencia? ¿Dudamos de Su Palabra? ¿No dijo Él, que donde estuviéramos dos o tres congregados en Su Nombre, allí estaría Él en medio? (Mateo 18:20). Tener que sentir algo, para confiar en Su Palabra, ¿no es falta de fe?

¿Queremos sentir Su presencia para ser obedientes? Si es así, lo estamos haciendo al revés. El dice que se manifestará a los que guardan Sus mandamientos, o sea, si no guardamos Sus mandamientos, viviendo en obediencia, no vamos a sentir Su presencia.

Hermano, debemos comprender que la tarea nuestra es adorar a Dios en todo tiempo y todo lugar, asegurándonos de que Su voluntad se está llevando, acabo, no solo en el mundo, pero, dentro de nosotros mismos. Esto no va a ser nada fácil debido a la influencia que el mundo tiene sobre nuestro cuerpo físico, la cual (en este momento) tiene influencia sobre nuestra alma. He aquí la razón por las palabras del apóstol Pablo, “¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Cada vez que ponemos nuestra naturaleza carnal en su lugar, es un acto de adoración.

Amigo, podemos decir que amamos a Dios todo lo que querramos. Podemos ser súper religiosos e intentar convencernos de que estamos bien. Te repito las palabras del mismo Jesús: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.” Sin Jesús en nuestro corazón, estamos espiritualmente muertos. Eso significa que no podemos adorar a Dios, aunque quisiéramos. ¿Crees en Jesús? Si vienes a Él y le entregas tu vida, invitándole entrar a tu corazón, nacerás de nuevo (espiritualmente), y entonces, podrás adorar a Dios en espíritu y en verdad.

–Ricardo Robinson

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