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Escritura
12 Pero a los demás digo yo, no el Señor, que si un hermano tiene una mujer que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. 13 Y la mujer cuyo marido no es creyente, y él consiente en vivir con ella, no abandone a su marido. 14 Porque el marido que no es creyente es santificado por medio de su mujer; y la mujer que no es creyente es santificada por medio de su marido creyente; de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mas ahora son santos. 15 Sin embargo, si el que no es creyente se separa, que se separe; en tales casos el hermano o la hermana no están obligados, sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz. 16 Pues ¿cómo sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? ¿O cómo sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer?
Pablo enfatiza que la relación matrimonial puede ser una forma de santificación para el cónyuge no creyente y, en consecuencia, también para los hijos de la pareja. Sin embargo, si el cónyuge no creyente decide abandonar la relación, el creyente no está obligado a retenerlo a la fuerza. En tales casos, Pablo dice que el creyente está en libertad para permitir que el cónyuge no creyente se vaya en paz, ya que Dios nos ha llamado a vivir en paz.
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