Escritura
En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
Un peregrino se quedó a pasar la noche debajo de un árbol en un bosque cercano al pueblo. En la más profunda oscuridad, oyó que alguien le gritaba: — ¡La piedra! ¡La piedra!, dame la piedra preciosa. El peregrino se levantó, se acercó al hombre que le gritaba y le dijo: — ¿Qué piedra quieres, hermano? — La noche pasada, –le dijo el hombre con voz agitada–, tuve un sueño en el que se me reveló que si venía aquí esta noche encontraría a un peregrino que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre. El peregrino hurgó en su bolsa y le dio la piedra diciendo: — La encontré en un bosque cerca del río. Puedes quedarte con ella. El desconocido agarró la piedra y se marchó a su casa. Al llegar, abrió su mano, contempló la piedra y vio que era un enorme diamante. Durante toda la noche no pudo dormir. Se levantó con el alba, volvió al lugar donde había dejado al peregrino y le dijo: — Dame, por favor, la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de un diamante. La verdadera riqueza no consiste en acumular cosas sino en compartirlas.
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