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Nov 09, 2018 19:31pm
Un Sacrificio Vivo -#5
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“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Romanos‬ ‭7:24‬ ‭ RVR1960

Me gustaría decirles que después de conocer a Jesús, nunca más vamos a pecar; me gustaría decirles que el pecado nunca más afectará nuestra vida, sin embargo esto no es así.

¡Miserable de mí! Este clamor de angustia no es de un criminal en medio de su celda más profunda, sino de uno de los hombres más santos, íntegros e influyentes a lo largo de todo el cristianismo.

Es que cuando uno está más cerca de Dios, a través de una relación personal con el cada día, percibe con mayor claridad el pecado en su propia vida. Una mancha negra es más evidente si estamos vestidos de blanco, sin embargo pasa desapercibida si estamos vestidos de negro. Quien ama Dios y busca su rostro cada día, se topará con su santidad delante del cual solo podrá exclamar así cómo Pablo ¡miserable de mi!

Solo un cristiano verdadero puede sentir un lamento profundo por el pecado, bien dijo Paul Washer “la señal de una genuina obra de Dios en un corazón, es que empiezas a odiar al pecado que antes amabas y amar la justicia que antes ignorabas”

Luego continúa haciéndose una pregunta ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Según la tradición una tribu antigua cerca de Tarso ataba el cadaver de una víctima de homicidio a su asesino, a fin de que la descomposición infectara lentamente al culpable hasta ocasionarle la muerte. Esta pudiera ser la imagen que Pablo tenía en mente.

En el momento de colocar nuestra fe en El Salvador la carne fue herida letalmente, bien dijo Pablo a los Gálatas “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” Sin embargo esta, está tan impregnada en nosotros que no morirá sin pelear.

Ante la pregunta de Pablo hay solo una respuesta y esa es Dios. Solo Dios puede librarnos de este cuerpo de muerte, un día no muy lejano nuestros cuerpos serán transformados, un día no muy lejano el pecado sera quitado de raíz y no tendrá más poder sobre nosotros. Sin embargo mientras esto no ocurra hay una batalla que pelear.

¿Como pelear esta batalla? Tenemos que presentar nuestro cuerpo en sacrificio vivo. Tenemos que colocarnos delante del altar cada día y haced morir lo terrenal en nosotros, cada día tenemos que morir nosotros mismos, morir a nuestras pasiones y deseos pecaminosos, morir a nuestros malos hábitos, morir a nuestra conducta profana, morir a nuestras metas y planes egoístas, morir a nuestro yo.

La vida cristiana no es un crucero de placer sino un campo de batalla, dos naturalezas luchan dentro de nosotros, y solo la que alimentemos vas vencerá.

Alguien contó lo siguiente “Un pescador esquimal venía todos los sábados por la tarde a la ciudad. Siempre traía consigo a sus dos perros, uno blanco y otro negro. Les había enseñado a pelear cuando le ordenaba hacerlo. Cada sábado por la tarde en la plaza del pueblo, se juntaba la gente para ver pelear a sus perros, y los pescadores hacían sus apuestas, mientras que los dos perros luchaban. A veces, ganaba el perro blanco, y otras veces el perro negro, pero el pescador siempre ganaba las apuestas. Sus amigos comenzaron a preguntarle cómo lo hacía. Él dijo: para que gane el perro negro, dejo de alimentar al perro blanco, o dejo de alimentar al perro blanco para que gane el perro negro. Así doy de comer a quien quiero que gane. El perro que está bien alimentado gana, porque es más fuerte.

Así es la vida cristiana, tenemos 2 naturalezas dentro de nosotros, la naturaleza pecaminosa y la naturaleza espiritual ¿quien ganara la batalla en nosotros? Pues la que alimentemos más.

Nuestro amado Dios no nos dejó solos en la batalla, él nos dio las armas para hacerle frente el enemigo. estudio bíblico, oración, compañerismo y testimonio creo que es una buena dieta que cada cristiano tiene que tener cada día. Solo así podremos salir victoriosos del pecado en nuestra vida y poder decir cómo el apóstol Pablo “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

–Paul Tinoco Huaraca

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